Opinión
Después de la Segunda Guerra Mundial nació la llamada Guerra Fría entre los países vencedores divididos en dos bloques: el occidental capitalista y el oriental comunista.
Estados Unidos y la Unión Soviética eran los líderes de esta confrontación con guerras localizadas y enfrentamiento político-ideológico, además de una competencia en rubros como la carrera espacial y la armamentista.
En 1989 el edificio comunista comenzó a desquebrajarse. Mijael Gorbachov estaba por perder el control de la Perestroika, el intento de reformar a la Unión Soviética, agotada en lo económico y político. En ese año crucial un levantamiento popular condujo al fusilamiento de los esposos Ceasescu y la dictadura comunista se derrumbó en Rumania.
La hora llegaría también para la Unión Soviética. Caería el Muro de Berlín y comenzó la desintegración del bloque soviético. Occidente contaba con dos liderazgos, uno político con Ronald Reagan y otro espiritual, con el Papa polaco Juan Pablo II. Precisamente en Polonia un movimiento de trabajadores Solidarinosc, dirigido por un obrero católico, cimbraba el dominio comunista local.
El mundo cambió radicalmente. Se abrió paso de manera triunfante el liberalismo. Reagan y el Papa Juan Pablo II serían rebasados porque el liberalismo económico conocido como neoliberalismo se centraría en un modelo económico sustentado en lo financiero. Surge así el Consenso de Washington.
El triunfo ideológico se desecha, nace la globalización y se asigna a China, férreamente controlada por el Partido Comunista Chino (PCCh), el papel de "fábrica del mundo".
El director de Goldman Sachs bendice públicamente al PCCh y comienzan a desmantelar fábricas estadounidenses para enviarlas a China. Se convierte en un negocio de Goldman Sachs.
Occidente es invadido por mercancía china barata, mucha de ella producida en campos de trabajo forzado del sistema Lao Gai.
México era gobernado por el PRI de Carlos Salinas de Gortari y un grupo preparado de tecnócratas, quienes aprovechan la circunstancia mundial para negociar y firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Los izquierdistas mexicanos se opusieron al TLCAN. En el levantamiento zapatista en Chiapas, su líder Marcos declaró que este Tratado "condenaba a muerte a las comunidades indígenas".
En ese año, 1994, el TLC apenas emergiendo era imposible corrigiera el desequilibrio en la balanza de pagos, y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el carismático candidato presidencial del PRI, provocó la presión de las corredurías bursátiles estadounidenses para que los Tesobonos se cambiaran de pesos a dólares. Recuerdo que escribí: "Los Tesobonos se han convertido en un problema de seguridad nacional". Por desgracia no me equivoqué.
Esa presión tuvo la injerencia de George Soros, socio en México de Paul Reichmann en la especulación inmobiliaria de Santa Fe, de la mano de Manuel Camacho, promotor desde ese entonces de Andrés Manuel López Obrador.
En diciembre de ese año, altos funcionarios del gobierno zedillista avisaron a empresarios sobre la devaluación provocando una fuga de capitales incontenible. Así nació el Efecto Tequila. Un oneroso préstamo del gobierno de William Clinton a México tuvo dos condiciones aceptadas por el gobierno de Ernesto Zedillo: el embargo como garantía en Nueva York de facturas petroleras y la salida del poder por parte del PRI.
En aquel tiempo el ideólogo del PAN —el partido supuestamente conservador mexicano— era Carlos Castillo Peraza, un admirador de Georges Soros y de su libro La sociedad abierta, la verdadera Biblia woke.
Cuando llegó Vicente Fox al poder inauguró el llamado lenguaje inclusivo para crear el engaño de un feminismo irreal, basado en la descomposición del lenguaje cuando en los hechos la mujer sigue siendo agredida y ahora más porque los llamados trans —hombres que quieren ser tratados como mujeres— son quienes invaden directamente sus espacios privados, la representación política, el deporte, los concursos de belleza, la adopción de niños, los puestos públicos.
La izquierda tuvo que aceptar en México las ventajas económicas del TLCAN, pero al mismo tiempo abrió paso a la destrucción de los valores tradicionales de la sociedad con la promoción de la línea woke.
Los libros de texto de la educación básica en México no enseñan matemáticas ni español, ni cultura clásica, pero promueven en la niñez los antivalores woke.
La actual presidente mexicana firmó como jefa de gobierno (2028-2023) en la CDMX un decreto por el cual los niños pueden ir a la escuela vestidos de niñas y las niñas pueden prescindir del uniforme femenino.
Al mismo tiempo mandó quitar la Estatua de Colón de la Avenida Reforma y auspició que la Alameda y Reforma, ahora con más intensidad se llenen de puestos de fritangas con una consiguiente plaga de cucarachas y malos olores. Reforma era el equivalente en México de Le Champs Elisées parisino. Lo woke se identifica con la fealdad y lo antiestético.

La afectación de la economía productiva se ha acompañado de la desvalorización general. Una migración sin control corresponde a la abolición de las fronteras que predica la Sociedad Abierta, asimismo a la familia tradicional se le quiere destruir según la profecía de Marx y Engels.
Este proyecto es auspiciado por Soros y la familia Rotschild, sinónimos del capital financiero. Y el puntal de la globalización económica es China, declarada así por el director de Goldman Sachs.
La reacción al modelo global imperante era inevitable y surgió en Estados Unidos. Hoy es claro y esto lo simbolizan Donald Trump y Elon Musk quienes desechan lo woke, promueven el retorno de los valores tradicionales en un marco de fortalecimiento y renovación del capital tecnológico y manufacturero.
En el mundo surge la oposición a la hegemonía del poder financiero improductivo y su promoción de la sociedad abierta o woke: en Hungría el presidente Viktor Orban expulsa del país a la banca de los Rotschild y la organización Open Society de George Soros y prohibe el desfile LGBTT+. En Rusia Vladimir Putin expulsa a la banca identificada con los Rotschild.
En Estados Unidos las escuelas básicas cancelan programas a favor de lo woke y desde el gobierno se impulsa el retorno social de los valores tradicionales.
En México el tratado de libre comercio ha sido favorable al estabilizar la economía nacional, pero tres aspectos lo minan: el predominio de los Cárteles del narcotráfico en ya el 40 por ciento del territorio, el contrabando chino que en ramas como el acero es usado como dumping y la migración descontrolada.
Estos tres aspectos deben cambiar para que México no tenga efectos negativos en el proceso de un nuevo orden mundial. Y surgirá necesariamente la alternativa de una restauración de los valores tradicionales en el ámbito educativo, cultural y político. Si esto emerge en el país, no sólo se enterrará la descomposición woke sino la clase política de izquierda y derecha, del gobierno y la oposición se va a cimbrar.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí