(beton studio/Shutterstock)

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OPINIÓN

El ghosting es la señal más clara de que la cortesía está en declive

Lo que antes se consideraba cobarde, ahora se ha convertido en algo habitual en los lugares de trabajo y en las relaciones

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16 de noviembre de 2025, 11:09 p. m.
| Actualizado el16 de noviembre de 2025, 11:10 p. m.

Opinión

Las normas sociales y la etiqueta están en claro declive, y en ningún lugar es esto más evidente que en el auge del ghosting. Lo que antes se consideraba cobarde, ahora se normalizó gracias a la tecnología y al cambio de las normas sociales.

Las redes sociales tienen gran parte de la culpa. Promueven el individualismo por encima de la comunidad y han erosionado la cortesía. También influyen otros factores: la mala educación de los padres, el aislamiento por el COVID, la exposición a la grosería de los políticos y los influencers, y un creciente sentido de derecho. Juntos, alimentaron esta regresión.

La lista de quejas sobre el deterioro de los modales es larga: la gente ya no dice "por favor" ni "gracias". Usan los teléfonos inteligentes con el altavoz en público, llevan perros a las tiendas de comestibles, dejan los carros de la compra esparcidos por los estacionamientos, interrumpen las conversaciones y se dedican a mirar las redes sociales en lugar de prestar atención a las personas que tienen delante.

Pero el ghosting destaca como la forma más molesta de regresión social, especialmente en el lugar de trabajo.

El ghosting es ahora habitual, sobre todo entre los millennials y la generación Z. Se produce cuando alguien corta la comunicación sin explicación, a menudo para evitar conflictos. El mensaje silencioso es sencillo: "Déjame en paz. No me interesa continuar con esto".

Lo que antes se consideraba grosero y cobarde, el ghosting se ha convertido en una zona de confort. Los jóvenes, a menudo ansiosos por las interacciones cara a cara, utilizan la seguridad de sus pantallas para eludir la incomodidad. La tecnología ha distorsionado nuestra brújula moral, fomentando una actitud de "yo, yo y yo" que antepone la comodidad personal al cierre y la cortesía.

En lugar de trabajar para fomentar la confianza, mejorar las habilidades sociales o superar la ansiedad, la nueva expectativa es: "El mundo debe adaptarse a mis problemas". El ghosting permite a las personas evitar sus propios problemas trasladando la responsabilidad a los demás.

Esta tendencia encaja en una erosión más amplia de la civilidad y la cortesía. A principios de la década de 2000, el internet y las redes sociales comenzaron a acaparar nuestra atención. Lo que antes eran objetivos nobles, como contribuir a la comunidad, la responsabilidad cívica y los buenos modales, se han transformado en imperativos morales definidos por la política y la identidad. En lugar de buscar puntos en común, se nos dice que nos obsesionemos con las agravios del pasado.

El resultado es una era de ofensa. Expresarse ahora requiere andar con pies de plomo para no herir la sensibilidad de alguien.

Muchos influencers animan a establecer límites y a cortar con las personas "tóxicas". Los límites pueden ser saludables, pero cuando se tratan como reglas absolutas, erosionan los lazos familiares, las amistades, la colegialidad y las conexiones cívicas más amplias.

La verdad es simple: no se puede controlar el comportamiento de otras personas. La cortesía, la empatía y la profesionalidad no se pueden legislar.

Hay dos puntos que vale la pena recordar sobre el ghosting: 1. No se puede controlar si alguien lo hace. 2. No se tiene el derecho constitucional a que nadie se ponga en contacto con uno.

La vida digital facilita el ghosting. En cuestión de segundos, podemos pasar de la accesibilidad total al silencio total sin consecuencias. El sentido de derecho nos ciega ante el hecho de que este comportamiento duele más porque despierta el deseo fundamental de una persona de pertenecer y ser amada.

Por eso los solicitantes de empleo suelen quejarse con más vehemencia del ghosting. Una encuesta realizada en 2024 por la plataforma de contratación Greenhouse reveló que el 61 % de los solicitantes de empleo afirmaban haber sido víctimas del ghosting después de una entrevista. Aunque la encuesta era internacional, los solicitantes canadienses afirman sufrir la misma frustración. Por otro lado, una encuesta realizada en 2023 por Indeed reveló que el 37 % de los solicitantes de empleo canadienses admitían haber hecho ghosting a los empleadores, a menudo faltando a las entrevistas sin previo aviso.

¿El ghosting es perezoso y descortés? Por supuesto. Pero equipararlo con un maltrato es una exageración. En un mundo de auténticas atrocidades, el ghosting es una ofensa menor. Como nos recuerda la Oración de la Serenidad: acepta lo que no puedes cambiar, cambia lo que puedas y conoce la diferencia.

En el fondo, el ghosting tiene que ver con el control. Al desaparecer, las personas eliminan la posibilidad de que la otra persona influya en su decisión. Una conversación podría dar lugar a acusaciones, dramas o incluso problemas legales en el caso de los comentarios sobre la contratación. Los que practican el ghosting ven el silencio como un escudo.

Algunos argumentan que el ghosting daña la reputación. Pero, ¿alguna empresa ha sufrido daños graves por practicar el ghosting con los solicitantes? ¿Alguien puede demostrar que el ghosting ha tenido repercusiones económicas? ¿Conoces a alguien que tenga mala reputación simplemente por practicar el ghosting?

En una sociedad obsesionada con la comodidad y lo desechable, no es de extrañar que esta mentalidad se haya infiltrado en las relaciones. El ghosting no refleja progreso, sino declive. Es la forma más fácil, y casi sin repercusiones, de decir: "Terminé contigo".

© Troy Media

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.


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