Después de una caída grave, una tomografía computarizada (TC) puede parecer un salvavidas. En cuestión de minutos, la tomografía puede descartar una hemorragia cerebral u otra lesión oculta. La tecnología ahora es fundamental en la atención pediátrica, ya que guía las decisiones sobre conmociones cerebrales, apendicitis y cáncer.
Un nuevo estudio descubrió que las tomografías computarizadas pueden incluir un alto precio oculto. Aproximadamente uno de cada diez cánceres de sangre entre los niños y adolescentes estudiados, unos 3000 casos, puede atribuirse a la radiación de las imágenes, según uno de los mayores estudios realizados hasta la fecha que relaciona la radiación médica con la leucemia y el linfoma infantiles.
El riesgo para cada niño es pequeño, pero entre millones de pacientes se acumula.
Para las familias, estas cifras pueden parecer alarmantes. Sin embargo, los radiólogos sugieren que el peligro inmediato de pasar por alto una ruptura del apéndice o una hemorragia cerebral suele superar el riesgo remoto de la radiación. La preocupación por este tema es mayor en Estados Unidos, donde los niños se someten a exploraciones con mucha más frecuencia que sus homólogos en otros países, a veces más por tranquilidad que por necesidad.
El estudio
Publicado en The New England Journal of Medicine, el estudio hizo un seguimiento de los historiales de imágenes de casi 4 millones de niños en Estados Unidos y Canadá, relacionándolos con los registros de cáncer. Los investigadores hicieron un seguimiento de los pacientes hasta la edad adulta temprana para ver cómo la exposición se relacionaba con la enfermedad.Someterse a una o dos tomografías computarizadas de la cabeza casi duplicaba las probabilidades de desarrollar un cáncer de sangre, y las exploraciones múltiples aumentaban el riesgo más de tres veces. Casi 3000 niños desarrollaron leucemia, linfoma o cánceres relacionados.
"Triplicar el riesgo de cáncer es un factor de riesgo muy importante que debemos tener en cuenta a la hora de solicitar exploraciones, porque el cáncer para un niño y su familia suele ser devastador", declaró la Dra. Rebecca Smith-Bindman, autora principal del estudio y radióloga de la Universidad de California en San Francisco, en un correo electrónico enviado a The Epoch Times.
Se realizó un seguimiento de los niños hasta los 21 años. "La gran mayoría de los cánceres que se desarrollarán aparecen muchos años después de la exposición", afirmó Smith-Bindman.
Los resultados muestran una asociación, no una prueba de causa y efecto. Para limitar el sesgo, los autores excluyeron las exploraciones realizadas justo antes del diagnóstico de cáncer. Sin embargo, algunos críticos señalan que los niños que se someten a tomografías computarizadas suelen diferir de los que no lo hacen en aspectos que pueden influir en el riesgo de cáncer. Aun así, la magnitud y los métodos del estudio dan peso a las preocupaciones que existen desde hace tiempo sobre la radiación en pacientes jóvenes.
Comprender el riesgo
Para poner los hallazgos en perspectiva: en este estudio, aproximadamente 14 de cada 10,000 niños desarrollaron cáncer sin someterse a pruebas de imagen. Las pruebas de imagen aumentaron ligeramente esa cifra, dependiendo de la dosis. Dos tomografías computarizadas de cabeza pueden añadir aproximadamente 25 por cada 10,000."Muy pocos niños desarrollan cáncer", dijo Cynthia McCollough, física médica de la Clínica Mayo, a The Epoch Times en un correo electrónico. Si una exploración ayuda a diagnosticar o tratar a un niño, el beneficio esperado supera el riesgo, añadió.
Los niños más pequeños se enfrentaban al mayor riesgo, tanto porque sus tejidos en desarrollo son más vulnerables a la radiación como porque tienen más años por delante para que aparezca el cáncer. El riesgo era mayor en los años inmediatamente posteriores a la exposición, pero persistía hasta la edad adulta temprana, y la mayoría de los cánceres aparecían años después de la exploración inicial.
McCollough señaló que muchas de las exploraciones se realizaron antes de 2004, cuando las dosis pediátricas eran más altas. Con las técnicas actuales, las exploraciones comparables suelen administrar dosis más bajas, lo que sugiere que los riesgos comunicados pueden exagerar el peligro actual.
Sin embargo, la práctica varía. Los hospitales infantiles suelen adaptar los ajustes de la TC a los cuerpos más pequeños, mientras que muchos otros centros, especialmente aquellos sin experiencia en pediatría, utilizan protocolos menos específicos para niños, lo que da lugar a dosis más altas y variables. Esa variabilidad es una de las razones por las que los especialistas hacen hincapié en el mismo principio: la prueba adecuada, con la dosis más baja, cuando el resultado va a cambiar la atención médica.
En este contexto, algunos expertos afirman que el estudio no cambia las directrices actuales. "La TC salva vidas", declaró el Dr. Donald Frush, radiólogo pediátrico de Duke, a The Epoch Times. "Este estudio muestra una asociación, no una causalidad, y cuando la gente confunde ambas cosas, puede introducir daño y alarma en una decisión médica ya de por sí compleja".
Entre dos riesgos
Junto a la cama, los padres rara vez piensan en probabilidades. Sopesan el miedo frente a la esperanza y el tiempo que pasa."Puede que no haya riesgo, o que haya algún riesgo, pero podemos decir que es pequeño", declaró Rebecca Milman, física médica, a The Epoch Times. "Eso dificulta las conversaciones honestas cuando las familias quieren saber: '¿Qué tan pequeño?'. No podemos cuantificarlo con certeza".
Recordó a pacientes que rechazaron las exploraciones necesarias por miedo a la radiación, lo que nos recuerda que la comunicación del riesgo puede ser contraproducente cuando no se contextualiza adecuadamente. Esa incertidumbre deja a las familias atrapadas entre dos peligros: el riesgo lejano de cáncer y el riesgo inmediato de pasar por alto una afección que pone en peligro la vida.
Si la dosis es el problema, ¿por qué no reducirla? Los radiólogos dicen que no es tan sencillo. En algunos casos, una dosis demasiado baja difumina la imagen y se corre el riesgo de pasar por alto hallazgos importantes.
"Si se pasa por alto un hallazgo peligroso, eso supone un riesgo inmediato mucho mayor que el pequeño riesgo de radiación a largo plazo", afirma Frush.
El hábito de realizar pruebas de imagen en Estados Unidos
Estados Unidos realiza más tomografías computarizadas que cualquier otro país, varias veces más que muchos países europeos. Esta diferencia refleja algo más que la necesidad médica. Los médicos suelen solicitar pruebas adicionales para protegerse contra demandas judiciales, y los pacientes esperan respuestas rápidas y definitivas.Casi la mitad de los especialistas en alto riesgo admitieron haber solicitado pruebas de imagen innecesarias a lo largo de un año, según un estudio de JAMA. Los pacientes aumentan la presión. "Es algo típico de Estados Unidos", afirma Frush. "Si los médicos no hacen algo, los pacientes se sienten decepcionados".
Las consecuencias son previsibles. "Las investigaciones sugieren que el 30 por ciento o más de las pruebas de imagen médicas tienen poco valor y no mejoran la atención", afirmó Diana Miglioretti, una de las autoras del estudio y profesora de bioestadística en la Universidad de California, Davis, en un correo electrónico enviado a The Epoch Times. Las pruebas pueden solicitarse "por precaución" cuando los síntomas son mínimos y los resultados no alteran el tratamiento, exponiendo a los niños a la radiación sin beneficio alguno.
Las normas internacionales exigen que cada examen esté justificado y que los beneficios superen claramente a los perjuicios. Según ese criterio, muchos escáneres realizados en Estados Unidos no cumplirían la norma.
¿Qué se puede cambiar?
La respuesta no es abandonar la tecnología de TC, sino utilizarla de forma más deliberada. Algunos hospitales infantiles ya adaptan las dosis y prefieren las ecografías o las resonancias magnéticas cuando es posible, pero las medidas de seguridad siguen siendo irregulares, especialmente en los hospitales comunitarios, donde se atiende a la mayoría de los niños."Los médicos deben utilizar la prueba adecuada, con la dosis más baja necesaria, y evitar repetirla", afirma Miglioretti.
Los padres pueden ayudar haciendo preguntas: ¿Qué estamos buscando? ¿Existe una opción más segura? ¿Cómo cambiará el resultado la atención médica?
Frush está de acuerdo, pero señala que la radiación no siempre es la principal preocupación en la cabecera del paciente. "Hemos oído a padres decir: 'Me preocupa más si el seguro lo cubrirá'", afirmó. Añadió que las conversaciones sobre los riesgos deben ser claras y estar relacionadas con la forma en que la exploración afectará al tratamiento.
Las decisiones más difíciles suelen encontrarse en zonas grises: un niño con dolores de cabeza habituales, dolor abdominal difuso o visitas repetidas por la misma dolencia. Las ecografías o las resonancias magnéticas suelen proporcionar respuestas sin exposición a la radiación.
"Pregunte a un médico de urgencias si una exploración era 'innecesaria' y le dirá por qué se consideró necesaria a las 2 de la madrugada, con un niño enfermo y unos padres preocupados", afirma Frush.
La protección más profunda puede residir menos en los protocolos que en la confianza.
"La atención médica es increíblemente personal", dijo Frush. "Si la reducimos a una fórmula, solo riesgo de radiación, solo directrices, socavamos el pacto entre el proveedor y el paciente. La conversación debe respetar el panorama completo de la atención".
Para los padres en crisis, el brillo de un escáner de TC puede parecer una promesa de seguridad y alivio. La nueva investigación no niega ese poder. Se pregunta si hemos permitido que una herramienta que salva vidas se convierta en algo reflexivo y si podemos mantener las tomografías que salvan vidas y descartar aquellas que solo aumentan el riesgo.
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