Opinión
De ninguna manera la interrogante que uso como título de este artículo es provocadora. Se justifica por una serie de hechos que se han acumulado y los cuales resultan preocupantes en este sentido.
La animadversión y falta de respeto a valores y a aspectos de la cultura católica por parte de la presidente Claudia Sheinbaum y de la Jefa de Gobierno Clara Brugada son ya patentes y constituyen una violación del estatus jurídico y político que representa la separación Estado-Iglesia, que sustituyó al modus vivendi vigente antes de la derogación del artículo 33 constitucional durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
Ese modus vivendi se estableció después de la guerra cristera en los años veinte, como parte de los arreglos para poner fin al alzamiento armado de los católicos que defendían a la libertad religiosa agraviada por el callismo. En aquella guerra murieron casi trescientos mil mexicanos. En aquel tiempo se ahorcaba a campesinos católicos por el solo hecho de creer en la Virgen; también se cometían sacrilegios en los templos católicos.
De Tabasco se trasladaron a la Ciudad de México los "camisas rojas" del caudillo Tomás Garrido Canabal que predicaban contra el catolicismo, hasta que provocaron una trágica balacera afuera de la Iglesia de Coyoacán y por fin los regresaron a su tierra, sobre la cual Graham Greene escribió una novela para contar que uno de los pocos curas en ese lugar vivía escondido en un pantano.
Aquellos tiempos críticos derivaron en un modus vivendi entre la Iglesia y el Estado, hasta que la reforma mencionada confirmó el laicismo del Estado mexicano y el respeto jurídico por parte del Estado a las confesiones religiosas, se infiere por supuesto al catolicismo también por ser la religión mayoritaria.
Los representantes del Estado, en tanto que laico, deben ser respetuosos de lo religioso que tiene su esfera propia en la creencia y lo sagrado. Establecer una batalla cultural que violenta el laicismo del Estado es así un error anticonstitucional, político y va contra la historia de México.
Las sociedades modernas han vivido un proceso que se conoce como "secularización", es decir, la abolición paulatina de valores religiosos en la vida colectiva, pero al mismo tiempo estos valores religiosos y sagrados son parte de la libertad de las personas.
Cuando los representantes del Estado se enfrentan, combaten o menosprecian públicamente y en esa su calidad estatal a dichos valores religiosos y sagrados, no están dentro de la secularización sino enarbolan lo que se llama "secularismo", es decir, ser antirreligiosos y en este caso particular ser anticatólicos.
Si alguien colocara un rayo láser y proyectara contra la fachada de una sinagoga lemas antisemitas habría un escándalo y seguramente se exigiría un desagravio.
Pues bien, durante el espectáculo Memoria Luminosa para conmemorar la fundación de Tenochtitán, se proyectaron sobre la fachada de la Catedral junto con la del Sagrario Metropolitano imágenes y lemas agraviantes para el catolicismo. Esto en el Zócalo, la gran plaza central de la Ciudad de México. Transcribo un párrafo de la denuncia eclesiástica:
"Lamentablemente durante este espectáculo son proyectadas diversas leyendas e imágenes que hieren y lastiman profundamente la fe y los principios fundamentales que los católicos profesamos. Independientemente de que, al existir la división entre libertad religiosa y políticas públicas, ambas protegidas por nuestra Constitución, es censurable la proyección en esta Santa Iglesia Catedral de mensajes contrarios a la fe católica mismos que lastiman en lo más profundo la devoción del pueblo mexicano".
Por supuesto no hubo un desagravio oficial, la respuesta del gobierno la hizo alguien que no pudo ocultar su fastidio. Se observó incluso por parte de la Secretaría de Cultura federal que dirige Claudia de Icaza una serie de mensajes en redes de empleados y funcionarios menores de la misma, atacando al catolicismo y reivindicando el derecho gubernamental a hacer sobre la Catedral lo que se quiera "por ser el Estado dueño de la misma" y porque se hizo con "las piedras de la pirámide de nuestros antepasados".
La misma campaña fue replicada por los bots que se atribuye son cuentas falsas sufragadas desde el sexenio pasado por Jesús Ramírez Cuevas, el poderoso funcionario presidencial.
Tanto la presidente Claudia Sheinbaum como la jefa de gobierno Clara Brugada menospreciaron este tema y se ocuparon como una prioridad del caso coincidente que según ellas agravió al gobierno federal y al de la Ciudad de México: el retiro de las estatuas de los líderes comunistas Fidel Castro y del Ché Guevara ordenado por la delegada de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, con base en el incumplimiento de normas administrativas. Ambas mandatarias se dedicaron a dar conferencias de prensa para mostrar su indignación y exigir su restitución.
Alessandra Rojo de la Vega llevó inteligentemente el tema a lo ideológico, pues en realidad constituye una debilidad política de Sheinbaum y Brugada quienes todavía reivindican en el fondo la anacrónica ideología comunista en una versión igualmente cuestionable: Castro fue un tirano que dejó un pueblo en la miseria y a su descendencia multimillonaria y el Ché Guevara es un reconocido psicópata quien escribió que le gustaba matar y que además era homófobo y envió a muchos de ellos a campos de trabajo forzado donde sufrieron horribles maltratos.
Pero prácticamente nadie reparó en un absurdo de la presidente Claudia Sheinbaum, cuando dijo que estas estatuas debían reponerse al margen de cómo se considere a los personajes "por representar un momento histórico". Entonces la pregunta es: ¿por qué ella despojó a la Ciudad de México de la hermosa estatua de Cristóbal Colón que era en su glorieta de Reforma un emblema urbano ya histórico y a su vez representaba un hecho de trascendencia universal como lo fue el descubrimiento de América?
Lo que se asoma en todo esto es el secularismo anticatólico con base en una reivindicación ideológica escolar y tendenciosa de la cultura indígena prehispánica.
La caída del imperio mexica no habría sido posible sin la alianza de pueblos indígenas, particularmente los tlaxcaltecas, con 800 españoles, indígenas rebelados ante la imposición de impuestos y las guerras floridas para sustentar los sacrificios humanos que era la base de la religión de los mexicas. Si bien en muchas culturas antiguas hubo sacrificios humanos, nunca en la escala de los mexicas o aztecas.
Ciertamente la cultura mexica es fascinante, pero nadie puede decir que eso fuera ya México. Yo viajé a Florencia para estudiar en su Biblioteca Nacional un códice mexica y tener elementos para descifrar su código adivinatorio. Sólo eso puede llevar años de estudio.
Los españoles fundaron un Virreinato, no una colonia de esclavos como hicieron los europeos en algunos lugares de África. Los abusos iniciales de los encomenderos fueron denunciados por monjes católicos, pero debe tomarse en cuenta que los españoles llenaron de hermosas iglesias y universidades a la Nueva España, incluyendo Colegios para indígenas y que desde la Península se promulgaron las Leyes de Indias, un modelo jurídico humanista que no hubo en las colonias que luego formarían Estados Unidos.
Las tierras comunales de indígenas eran resguardas por muchos de los monasterios católicos hasta que el juarismo destruyó ese sistema para abrir paso a un progresismo ciertamente depredador.
El secularismo del régimen actual ha destruido el laicismo al que están obligados los gobernantes mexicanos, esto sucede cuando participan tanto el expresidente López Obrador y Claudia Sheinbaum en ceremonias religiosas falsamente indígenas consistentes en brujería, como las llamadas limpias y las encomiendas a los viejos dioses sanguinarios.

El agravio a los católicos en su Catedral tiene otros aspectos, como permitir se pintarrajeen estatuas religiosas en su atrio o se coloquen puestos de venta de pornografía o de figuras de la Santa Muerte en la acera de la Catedral, cuando en cualquier capital del mundo occidental las Iglesias antiguas son respetadas y resguardadas incluso en sus aceras. Esto es una responsabilidad de Clara Brugada.
Claudia Sheinbaum no ha sido tampoco respetuosa del catolicismo. Cuando fue delegada en Tlalpan mandó destruir una capilla católica en un predio en disputa y no le importó el trato a las imágenes de Cristo o la Virgen que para los católicos son sagradas. Tampoco respetó el laicismo al colocar en su falda una imagen de la Virgen, cuando además de lo inapropiado no cree en ella.
Se dirá que la presidente Sheinbaum visitó al Papa Francisco, pero era parte de su campaña electoral. También lo hizo Xóchitl Gálvez, a quien tampoco se le puede creer ninguna simpatía católica si está a favor del aborto.
La realidad es que tanto Claudia Sheinbaum como Clara Brugada muestran signos de secularismo y de desprecio anticatólico. Esto, mientras los graves problemas del país y de la Ciudad de México se acumulan sin medida. Se dirá entonces que son detalles los que hemos referido, quizás sí, pero como dice la sentencia: "el Diablo está en los detalles".
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí