El logotipo de las Naciones Unidas adorna una ventana en la sede de la ONU, en la ciudad de Nueva York, el 18 de septiembre de 2025. (Jeenah Moon/Reuters)

El logotipo de las Naciones Unidas adorna una ventana en la sede de la ONU, en la ciudad de Nueva York, el 18 de septiembre de 2025. (Jeenah Moon/Reuters)

¿Seguirá siendo relevante la Organización de las Naciones Unidas en 2025?

¿Se puede reformar la ONU para adaptarla al mundo de 2025, o necesitamos nuevos foros para el mundo del futuro?

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26 de octubre de 2025, 9:35 p. m.
| Actualizado el26 de octubre de 2025, 9:35 p. m.

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En septiembre de 2025, en la 80.° Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York, el presidente Donald Trump subió al estrado y planteó una pregunta que resonó en la sala y en los titulares de todo el mundo: "¿Cuál es el propósito de las Naciones Unidas?".

Sus palabras, pronunciadas en medio de un teleprompter que no funcionaba y una escalera mecánica averiada, fueron muy duras, ya que acusó a la ONU de emitir "cartas con palabras contundentes" que no logran detener las guerras, de financiar los ataques a las fronteras occidentales mediante políticas migratorias laxas y de desperdiciar su potencial en un mundo de retórica vacía. X estalló con reacciones que iban desde vítores de acuerdo con la crítica hasta feroces defensas de las líneas de vida humanitarias de la ONU.

La crítica de Trump no era nueva, pero en 2025, un año de rivalidades multipolares, globalización inversa y crisis en cascada, se percibía como bastante urgente. Ahora, el último intento de crear un impuesto global sobre el carbono hace que esta cuestión sea aún más pertinente.

Ese momento requiere una reflexión: ¿Por qué existe la ONU? ¿Qué se pretendía conseguir con ella y en qué se ha convertido? Nació de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial como un faro de seguridad colectiva y progreso humano. Sin embargo, hoy en día, la pregunta de Trump pone de manifiesto una cuestión fundamental: ¿Es la ONU un árbitro global vital, una burocracia inflada o simplemente un escenario para el teatro diplomático?

En esta exploración, rastrearemos sus raíces intelectuales y su evolución histórica, y luego confrontaremos sus funciones actuales, sus costos y su relevancia en el mundo de hoy. ¿El veredicto? Lo dejamos a su criterio.

Los fundamentos intelectuales de la cooperación global

La ONU no surgió de la nada. Su ADN se remonta a siglos atrás, forjado a partir de la búsqueda recurrente de la humanidad por domar el aparente caos de los Estados-nación a través de reglas e instituciones compartidas. Ya en 1795, el filósofo Immanuel Kant esbozó una visión de "paz perpetua" en su ensayo "Paz perpetua: un esbozo filosófico", en el que proponía una federación de repúblicas unidas por la ley para poner fin a las guerras de conquista. Aún antes, Jeremy Bentham acuñó el término "derecho internacional" en 1789, sentando las bases para unas normas globales aplicables. En 1849, el escritor Víctor Hugo evocó los "Estados Unidos de Europa" en el Congreso de Paz de París, imaginando que los lazos económicos sustituirían al campo de batalla.

No se trataba de meras reflexiones. El siglo XIX fue testigo de experimentos prácticos: El Comité Internacional de la Cruz Roja en 1863 para proteger a las víctimas de la guerra y las Conferencias de Paz de La Haya de 1899, que codificaron las normas de la guerra y el arbitraje. Podemos ver esfuerzos similares en la antigüedad: La "Pax Romana" romana (27 a. C.-180 d. C.) impuso la estabilidad a través del imperio, mientras que los papas medievales mediaron en las disputas reales, y el Concierto Europeo posnapoleónico (1815-1914) vio cómo las grandes potencias de entonces se reunían para preservar el equilibrio. Aunque imperfectos y a menudo impulsados por las élites, estos precursores revelaron un patrón: El deseo de construir un marco supranacional.

Un primer borrador cauteloso

Los horrores del siglo XX parecían exigir un intento más audaz. En 1920, se creó la Sociedad de Naciones como el primer "parlamento de la humanidad" del mundo, inspirada en los Catorce Puntos del presidente estadounidense Woodrow Wilson. Prometía el arbitraje de las disputas, con igualdad de condiciones para todas las naciones, independientemente de su tamaño. Pero, en retrospectiva, estaba condenado al fracaso desde el principio: El Senado de Estados Unidos rechazó su adhesión en 1919, privando a la Sociedad de su fuerza ejecutora. Al carecer de ejército o poder coercitivo, dependía de la persuasión moral y de sanciones ineficaces.

Cuando la agresión volvió a estallar con la invasión japonesa a Manchuria en 1931, la ocupación italiana a Etiopía en 1935 y la escalada de la Blitzkrieg de Hitler en toda Europa, la Sociedad vaciló, reducida a un "club de debate" ignorado por los actores poderosos. Sin embargo, su colapso en plena Segunda Guerra Mundial no fue un fracaso total, en el sentido de que los líderes de la posguerra aprendieron la lección: No excluir a ninguna potencia importante, crear un sistema de aplicación creíble y abordar las causas de la guerra, tal y como se percibían en ese momento, como la desesperación económica y el colonialismo.

Renacer de sus cenizas

El coste de la Segunda Guerra Mundial, más de 70 millones de muertos, impulsó un segundo intento. En San Francisco, líderes como Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill forjaron la Carta de las Naciones Unidas sobre cuatro pilares aprendidos de la Sociedad de Naciones.

En primer lugar, Roosevelt aseguró el liderazgo estadounidense, con la ratificación del Senado en 1945. En segundo lugar, se incluyó a todas las grandes potencias: Los vencedores de la guerra —Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido, Francia y China— obtuvieron puestos permanentes en el Consejo de Seguridad con derecho a veto, un compromiso práctico con el ideal de igualdad. En tercer lugar, la Carta facultaba la acción: El Capítulo VII autorizaba el uso de la fuerza militar contra las amenazas, a diferencia de la Sociedad de Naciones. En cuarto lugar, más allá de la seguridad, la ONU abordó la economía (a través del Banco Mundial y el FMI), los derechos humanos (Declaración Universal, 1948) y la descolonización (territorios en fideicomiso).

El presidente Harry Truman concluyó la conferencia fundacional con una solemne cita: "Si no la utilizamos, traicionaremos a todos aquellos que murieron". Pero no hubo periodo de gracia, ya que la ONU se lanzó a la Guerra Fría.

El estancamiento de la Guerra Fría

La ONU apenas tenía un año cuando la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética convirtió al Consejo de Seguridad en un escenario de vetos. Los principales puntos conflictivos, como Hungría (1956), Vietnam y Afganistán (1979), paralizaron al Consejo de Seguridad en un "estancamiento colectivo".

Sin embargo, la ONU se adaptó y pasó a trabajar en conflictos menores. Para reducir la tensión en las guerras proxy de la Guerra Fría, el diplomático canadiense Lester Pearson fue pionero en el mantenimiento de la paz en 1956 durante la crisis de Suez: Tropas neutrales de "cascos azules" para patrullar la frontera entre Israel y Egipto, un modelo que se replicó en Chipre (1964), el Congo (1960-1964) y otros lugares.

La descolonización aumentó el número de miembros, de 51 Estados miembros en 1945 a 193 en la actualidad. La Asamblea General se convirtió en un contrapeso democrático al Consejo de Seguridad, donde Tuvalu tiene el mismo voto que Estados Unidos. Mientras tanto, organismos humanitarios como UNICEF y ACNUR alimentaban discretamente a los refugiados y construían escuelas en todo el mundo.

Oportunidad unipolar perdida

El colapso soviético marcó el inicio de un "momento unipolar", con el ascenso de Estados Unidos. Este debería haber sido el momento dorado de la ONU. Al principio, así parecía: Por ejemplo, en 1990, el Consejo de Seguridad aprobó una coalición liderada por Estados Unidos para liberar Kuwait de Irak (Resolución 678), mientras que las misiones de mantenimiento de la paz trabajaban en Camboya, Mozambique y Bosnia.

Pero tenía sus límites. En Ruanda (1994), las tropas de la UNAMIR, que carecían de recursos suficientes, fueron testigos de un genocidio (800,000 muertos). Srebrenica (1995) convirtió una "zona segura" en un matadero serbobosnio (más de 8000 muertos).

Estados Unidos seleccionó cuidadosamente la cobertura de la ONU: Dijo que sí a Kuwait, pero la ignoró en el caso de Kosovo (ataques de la OTAN en 1999).

La guerra contra el terrorismo y el silencioso ascenso de China

Tras el 11-S, la ONU respaldó la autodefensa de Estados Unidos (Resolución 1368) y la financiación antiterrorista, pero para la guerra de Irak de 2003, el Consejo denegó su aprobación; Estados Unidos invadió de todos modos, dejando de lado a la ONU.

Mientras tanto, la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (2001) impulsó su infiltración en la ONU. Por ejemplo, ciudadanos chinos dirigen ahora la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (Qu Dongyu, 2019-) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) (Zhao Houlin, 2015-2022).

Con la COVID-19 (2019), la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue objeto de críticas por su aparente deferencia hacia Beijing, al retrasar la declaración de emergencia mundial hasta el 20 de enero de 2020, ocultar sus orígenes y elogiar la respuesta de China en medio de acusaciones de encubrimiento.

La ONU en el mundo de 2025

Avancemos rápidamente hasta hoy: Estados Unidos sigue siendo potente, pero se enfrenta a muchos retos internos y externos. China parece estar en auge, pero se enfrenta a aranceles y guerras tecnológicas desde el exterior, y a una sociedad y una economía en ruinas desde el interior. La guerra de Rusia contra Ucrania agota los recursos mundiales, pero sin dominio; mientras que Europa se mantiene a la expectativa, los Estados más pequeños intentan afirmar su soberanía.

La globalización está en retroceso: El crecimiento del comercio se ralentizó hasta el 1.2 % en 2023 (datos de la Organización Mundial del Comercio), las cadenas de suministro se acortan mediante la deslocalización cercana y la redundancia pos-COVID prevalece sobre la eficiencia "pura". Instituciones como la ONU y la OMC, diseñadas para una era cooperativa de un "mundo plano", apenas se mantienen a flote en tiempos de discordia.

La ONU no es el "gobierno mundial" que imaginaban algunos de sus fundadores. Es un mosaico: Vital en algunos aspectos, simbólica en otros y quebrada en el resto:

-Parálisis de la seguridad colectiva: Los vetos la inhabilitan: Rusia sobre Ucrania (resoluciones bloqueadas entre 2022 y 2024), Estados Unidos y China sobre Siria. La Asamblea General ofrece voz a las naciones más pequeñas, pero no es vinculante.

-Trabajo humanitario: El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) protegió y ayudó a 129.9 millones de desplazados y apátridas en 2024, una cifra récord en medio de las guerras en Sudán y Ucrania. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) llegó a 124.4 millones de personas con raciones en 2024.

-Respaldo técnico: Las normas de aviación de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) permiten los vuelos globales; la UIT coordina las telecomunicaciones; la OMS establece protocolos sanitarios (con una controversia creciente sobre la acumulación de poder).

Imperios burocráticos

El presupuesto ordinario de la ONU para 2025 ha sido de 3720 millones de dólares, lo que supone un ligero aumento con respecto a los 3590 millones de 2024. El mantenimiento de la paz ha sido de 5600 millones de dólares para el periodo comprendido entre julio de 2024 y junio de 2025, lo que supone un descenso del 8.2 % con respecto al año anterior, en medio del cierre de misiones. El total de todo el sistema (organismos como la OMS, la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) es de entre 65,000 y 70,000 millones de dólares anuales, según estimaciones recientes, lo que equivale al presupuesto de un gobierno de tamaño medio, pero que se ve eclipsado por el presupuesto de defensa de Estados Unidos, que supera los 850,000 millones de dólares.

Hay 37,000 empleados en la Secretaría (a finales de 2024) y más de 100,000 en todo el sistema. Muchos son personas dedicadas, pero la fragmentación crea solapamientos, las agencias compiten entre sí y la rendición de cuentas se retrasa. La ausencia de un electorado global que exija responsabilidades al personal significa que los escándalos pueden agravarse. El programa "Petróleo por alimentos" de Irak (1995-2003, miles de millones desviados); abusos en las misiones de mantenimiento de la paz en el Congo y Haití (casos de explotación sexual). Es posible que la inmunidad diplomática proteja en exceso y que la reforma se estanque.

Esto no es muy diferente de la situación de la UE: un presupuesto de 200,000 millones de dólares (unos 186,000 millones de euros) para 2023, 32,000 empleados de la Comisión, la reacción contra el Brexit y las quejas por el "déficit democrático" de los organismos no elegidos. Ambos, nacidos de los sueños de unidad de la posguerra, luchan contra la marea del nacionalismo.

Los críticos describen la Asamblea General como un escenario para "discursos vacíos", quizás con razón. Sin embargo, el simbolismo ha tenido su papel en la historia mundial: Banderas a media asta, juramentos de cargo, fiestas nacionales, nos gusten o no. Entonces, ¿por qué no en la ONU?

Reflexiones

Entonces, ¿Qué sentido tiene la ONU? La pregunta de Trump no lo explica todo, pero es buena. Desde Roma hasta Kant y 1945, los seres humanos siguen construyendo sistemas. La ONU es solo el último intento, imperfecto, pero no del todo inútil. Sin la ONU, las funciones esenciales podrían migrar a otro lugar, según las necesidades. La ayuda podría ir a parar a las ONG, las normas a organismos ad hoc, los foros al G20 y sus rivales.

La verdadera pregunta es: ¿Qué va a pasar ahora? ¿Se puede reformar para adaptarse al mundo de 2025, o necesitamos nuevos foros para un mundo futuro?

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.


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