Opinión
La propaganda del gobierno morenista tiene como uno de sus motivos principales la referencia constante al pasado, un pasado maldecido y repudiado si se refiere al político antes de su arribo al poder y un pasado histórico oscilante entre la mistificación, lo escolar y las simples invenciones.
Por eso la constante referencia gubernamental al pasado panista y priista, en particular al odiado Felipe Calderón —que según López Obrador le robó una elección, algo que nunca pudo probar—, no se diga las menciones cotidianas a la vieja corrupción gubernamental denunciada por este ex presidente que mantiene vigente su poder, quien inició su camino político militando en el echeverrismo, responsable de la matanza de casi cien estudiantes el diez de junio de 1971.
A pesar de los esfuerzos mediante corifeos y campañas en redes, este expresidente no puede evitar el brote pestilente de Segalmex, el huachicol fiscal, la opacidad de sus llamados mega proyectos y el público enriquecimiento de sus hijos. La corrupción, el rostro total del pasado según su propaganda, se ha vuelto también el signo ominoso e inocultable de la herencia presente.
Y la ridícula postura que significa denunciar quinientos años después a nuestra raíz española que nos dio, junto con la rica y multidiversa herencia indígena, el país mestizo que somos, particularmente con el catolicismo representado por sus bellas iglesias y catedrales, el culto popular a la Virgen, nuestro idioma y nuestra sangre. Se olvidan también los Colegios indígenas en el eco sistema de los monasterios católicos, así como las tierras comunales indígenas despojadas por el liberalismo juarista, simplemente se borran de la historia de trescientos años.
Las Leyes de Indias fueron expedidas precisamente para evitar abusos denunciados y rechazados en la Península de ultramar después de la Conquista. La Leyenda negra ignora que fueron los colonos ingleses los que nunca se mezclaron y, al contrario, buscaron exterminar a las poblaciones indígenas locales. Lo curioso es que nuestros gobernantes hacen las denuncias en español, no en ninguna lengua indígena y, para mayor absurdo, desde un Palacio Virreinal.
Sin embargo, la verdad esto no sería el grave problema que es, si además el morenismo buscara sostenerse en el poder a partir de programas de gobierno más allá de la creación de bases electorales y la promoción del culto a la personalidad presidencial.
Pero en conjunto, el tema del gobierno se reduce a la propaganda y la manipulación social, además de hacer un hincapié enfermizo en el culto presidencial, donde el cuidado de la imagen de quien encarna el poder, el anterior o la presente, se convierte en la tarea más importante a llevarse a cabo a nivel gubernamental.
Si para esto es necesario tener como fin superar propagandísticamente la crisis surgida por el asesinato de Carlos Manzo, el presidente municipal de Uruapan e inevitable futuro gobernador de Michoacán, la ausencia de una autocrítica profunda impide una estrategia efectiva que permita contener y resolver, en lo posible, la crisis de seguridad que padecen Michoacán y la mayor parte del país.
El esfuerzo gubernamental ante la furia social desatada en Michoacán se centró en cuidar la imagen de la presidente Claudia Sheinbaum y evitar que en la conversación pública se tocaran temas como el hecho de que doscientos miembros de la Guardia Nacional fueron retirados recientemente del Municipio, a pesar de la solicitud expresa de Carlos Manzo de que no lo dejaran solo.
Más grave resulta la omisión de que hace poco un cabecilla del Cártel CJNG había sido detenido en el Municipio con la colaboración del gobierno local. Este puro hecho debió haber prendido los focos rojos para el gobierno federal, pero no fue así. Se le dejó solo a Carlos Manzo, a pesar de que los delitos concernientes al crimen organizado son de competencia federal. Pero la Federación falló. Y la jefa del Ejecutivo es la principal responsable.
Eso sí le importó al gobierno federal. Se preparó entonces una gira espontánea de Claudia Sheinbaum con un grupo de jóvenes preparado afuera de la Catedral de la CDMX para tomarse selfies con ella y mostrar en fotos su gran popularidad entre los jóvenes, pues en Michoacán fueron masas de jóvenes las que se manifestaron pidiendo la renuncia del Gobernador y de la propia Presidente.
Casualmente un hombre con corte de pelo militar pudo acercarse a la Presidente y manosearla mientras ella se reía. Luego ella dijo que no se había dado cuenta. El sujeto ya fue detenido y ahora tiene una acusación penal por acoso sexual. Circularon fotos de este hombre donde aparece en un montaje con el presidente López Obrador. Pero el hecho es que el ambiente político social cambió, la víctima ya no es Carlos Manzo, ahora la víctima es la presidente Sheinbaum.
Claudia Sheinbaum había hecho responsable de la tragedia de Carlos Manzo al ex presidente Felipe Calderón, quien hace 19 años comenzó la llamada guerra del narco, una fallida militarización del problema que, en aquel entonces, pocos criticamos en relación a aspectos de su estrategia, pero no porque hubiera debido haber indiferencia frente al fenómeno de una criminalidad con nuevas variantes, como las representadas por el surgimiento de Cárteles sanguinarios como la Familia o los Zetas.
En dado caso el postulado de “Abrazos no balazos” del obradorismo representa con sus abrazos a temibles delincuentes y los balazos a los ciudadanos o autoridades, una responsabilidad actual tan grave que no diferenciarse claramente de este pasado inmediato significa una complicidad fáctica con el monstruo desatado de la criminalidad organizada en gran parte del país.
Los Planes como el Plan Michoacán propuesto por la Presidente, que parte de una encuesta y va a ofrecer becas a estudiantes y abrir oficinas locales de la Presidencia, es una crónica anunciada de no hacer nada realmente contundente para liberar a la sociedad del dominio tiránico de todos los Cárteles que la oprimen.
Por lo pronto, sumada a la mala noticia de los consorcios empresariales que daban empleo en distintas regiones del país y que se están fugando, esperamos no tener la noticia de que México no será una de las sedes del próximo Mundial de Fútbol. Parece que a la FIFA, que alega la inseguridad en México como razón de esto, no le interesan el victimismo feminista —victimismo real más allá de la propaganda o los posibles montajes—, ni mucho menos los planes burocráticos, rolleros e inútiles.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times
















