Casi la mitad de los niños estadounidenses padecen al menos una enfermedad crónica —ya sea eccema, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ansiedad, asma, obesidad o algo más complejo. Eso no es normal.
Sin embargo, de alguna manera hemos llegado a aceptar esta situación como la norma en lo que respecta a la salud infantil.
Nos dicen que es genético. Nos dicen que es aleatorio. Nos dicen que es normal.
Eso no es normal. Afortunadamente —como pediatra que trabaja con familias todos los días— puedo decirles que no estamos condenados.
El aumento de las enfermedades crónicas no es un misterio. Tampoco ocurrió de la noche a la mañana. Es el resultado acumulativo de una cultura que trata los síntomas en lugar de hacer preguntas, que medica antes de investigar y que alimenta a los niños con sustancias similares a los alimentos en lugar de nutrientes reales.
Sin embargo, hay buenas noticias —si el problema es sistémico, también lo es la solución.
De la atención médica a la causa raíz
Si nos alejamos de los diagnósticos y miramos más allá, cinco factores disruptivos principales se destacan como las causas fundamentales de la mayoría de las afecciones crónicas que veo en mi práctica:- Inflamación: La inflamación crónica de bajo grado es la raíz de todo, desde el eccema hasta las enfermedades autoinmunes. A menudo se ve agravada por una dieta deficiente, la falta de sueño y las toxinas ambientales.
- Deficiencia de nutrientes: Nuestros suelos están agotados, nuestras dietas son procesadas y nuestros hijos se crían con alimentos que llenan pero no aportan energía. Las carencias de micronutrientes afectan a la inmunidad, el estado de ánimo y el desarrollo.
- Carga tóxica: Desde los plásticos y los pesticidas hasta la contaminación atmosférica, los niños de hoy en día están expuestos a miles de sustancias químicas —muchas de las cuales nunca se sometieron a pruebas de seguridad en niños.
- Alteración del microbioma: Las cesáreas, los antibióticos, los alimentos procesados y la falta de tiempo al aire libre alteraron la salud intestinal de toda una generación. El microbioma es fundamental para la función inmunitaria, la digestión e incluso la salud mental.
- Desregulación del sistema nervioso: La estimulación constante, la exposición a las pantallas y la falta de ritmos reparadores están dejando a los niños en un estado crónico de lucha o huida. Cuando el sistema nervioso no puede calmarse, el cuerpo no puede sanar.
No se trata de teorías marginales. Son verdades fisiológicas bien documentadas y respaldadas por investigaciones en inmunología, endocrinología y neurobiología. Sin embargo, rara vez se tratan en una visita pediátrica de 10 minutos.
La hoja de ruta del padre empoderado
Hacer cambios en su estilo de vida puede parecer abrumador —pero no tiene por qué serlo. Los padres no son impotentes —son los defensores de la salud más importantes que sus hijos tendrán jamás.Estos son algunos de los lugares más eficaces para empezar:
- Alimenta el intestino, no solo el apetito. Céntrate en alimentos reales, ricos en nutrientes y antiinflamatorios. Piensa en verduras coloridas, proteínas de alta calidad, alimentos fermentados y grasas saludables.
- Apoya a tus agricultores. La comida es medicina, pero solo si proviene de un suelo sano y de un trabajo honesto. La salud de nuestros hijos depende de la salud de nuestro sistema alimentario.
- Reduzca la carga tóxica. Cambie el plástico por el vidrio. Elija productos más limpios. Filtre el agua y el aire. Use su su dinero cuando pueda.
- Cree hábitos diarios de desintoxicación. Los niños no necesitan protocolos elaborados —ellos necesitan agua, movimiento, sudor y fibra.
- Asegure el ritmo el día. Establezca ritmos que apoyen el sistema nervioso: Luz solar temprano por la mañana, cenas familiares, tardes sin tecnología y horas de acostarse consistentes.
- Deje que los niños jueguen al aire libre. La naturaleza es una medicina gratuita. Calma el cerebro, fortalece el sistema inmunológico y fomenta la resiliencia.
- Aléjese de los dispositivos. Una desintoxicación digital puede ayudar a restablecer el cerebro, el cuerpo y el comportamiento de su hijo —lo que favorece un mejor sueño, concentración y salud emocional.
La verdadera normalidad
Tenemos que dejar de llamar "normal" a la disfunción.El aumento de las enfermedades crónicas no es un misterio. Es un espejo. Refleja lo que hemos decidido priorizar —y lo que hemos ignorado.
La próxima generación merece algo mejor. Lo mejor comienza con volver a lo básico: Alimentos limpios, entornos seguros y una cultura que valore la prevención por encima de las pastillas.
No podemos controlarlo todo. Pero podemos tomar decisiones diarias que determinen la trayectoria de la salud de nuestros hijos —y posiblemente, su futuro.
Esas decisiones son la nueva revolución en la medicina. No más recetas —sino más reflexión sobre las causas fundamentales. Más escucha. Más simplicidad. Más verdad.
Es hora de cambiar el paradigma —pasar del cuidado de los enfermos a una salud verdadera, vibrante y próspera.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.
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