(Ilustración de Lumi Liu)

(Ilustración de Lumi Liu)

9 estrategias para una vida con menos estrés y ansiedad

Desde la respiración consciente hasta prácticas antiguas, estas estrategias restauran el equilibrio y la claridad

ESTRÉSPor Sheridan Genrich
18 de septiembre de 2025, 4:42 p. m.
| Actualizado el18 de septiembre de 2025, 5:27 p. m.

El estrés nos afecta a todos, desde pequeñas preocupaciones hasta grandes contratiempos. Un cierto nivel de estrés puede ser realmente útil, al igual que el cansancio que acompaña a un buen entrenamiento, que indica que los músculos se están fortaleciendo.

Sin embargo, cuando el estrés se vuelve excesivo, se convierte en un problema. Te agota lentamente e incluso contribuye a enfermedades crónicas.

Las siguientes herramientas basadas en la evidencia proporcionan una base holística para combatir el estrés y la ansiedad y desarrollar una resiliencia duradera.

1. Comer alimentos nutritivos

Las investigaciones sugieren que una dieta centrada en alimentos integrales y ricos en nutrientes, en particular aquellos bajos en carbohidratos y ricos en grasas saludables, puede combatir el estrés, proporcionar energía constante y apoyar la función cerebral. Este enfoque reduce las fluctuaciones del azúcar en sangre y equilibra los ritmos hormonales, lo que a su vez estabiliza el estado de ánimo y la concentración. Los estudios validaron esta forma de alimentación como protectora para la regulación de la energía y la química cerebral.

Las dietas personalizadas que incluyen la cantidad adecuada de grasas saludables optimizan el suministro de energía al cerebro, reducen las señales inflamatorias y estabilizan la producción de neurotransmisores, lo que ayuda a reducir los niveles de estrés. Al alejarse de los alimentos refinados y hacer hincapié en las proteínas, las grasas y las verduras de colores, el azúcar en sangre se mantiene estable, lo que ayuda al cuerpo y al sistema nervioso a mantenerse regulados.

Comer de forma saludable no requiere perfección. Puede empezar sustituyendo las comidas refinadas y procesadas por opciones más sencillas, como huevos, verduras de hoja verde, salmón, frutos secos y aguacate.

También es valioso comer en armonía con la sabiduría existente, como la práctica japonesa de dejar de comer antes de sentirse lleno o "hara hachi bu". Las investigaciones demuestran que esta práctica consciente mejora la energía, favorece un estado de ánimo equilibrado e incluso promueve la longevidad.

2. Priorizar la calidad del sueño

Si la alimentación es la base para desarrollar la resiliencia necesaria para hacer frente al estrés, el sueño es el sistema de reparación. Sin un sueño reparador, la claridad mental disminuye, las emociones se vuelven más difíciles de regular y el estrés se acumula sin control.

Uno de los descubrimientos más importantes en neurociencia es el sistema glinfático, la red de limpieza nocturna del cerebro. Durante el sueño profundo, el sistema glinfático elimina las toxinas y los residuos metabólicos que se acumulan durante el día, lo que favorece la renovación cognitiva y el equilibrio emocional. La falta de sueño de calidad deja residuos, lo que perjudica los procesos cerebrales y prepara el terreno para el estrés, la ansiedad, la desregulación emocional y el deterioro cognitivo.

Para optimizar el sueño, mantenga rutinas constantes: Acuéstese y levántese a horas similares todos los días. Reduzca los estimulantes por la noche, cree un ambiente fresco y oscuro y suavice los estímulos sensoriales silenciando las notificaciones. Rituales sencillos como leer o atenuar las luces indican a su cuerpo que el sueño es inminente.

3. Mantenga rutinas diarias que le gusten

La rutina no es monotonía, es una medicina para el sistema nervioso. Cuando se establecen horarios predecibles, el cuerpo y el cerebro aprenden cuándo activarse, cuándo descansar y cuándo reponerse, lo que reduce el estrés. Un estudio de 2024 confirmó que la constancia mejora la regulación emocional y reduce las tasas de depresión.

Este efecto se debe en gran medida a los ritmos circadianos, los ciclos naturales que regulan la temperatura corporal, las hormonas, el equilibrio entre el sueño y la vigilia e incluso el estado de ánimo. Los sistemas se equilibran cuando las rutinas se alinean con la luz del día —despertarse con el sol de la mañana y relajarse después de la puesta del sol. Desde el punto de vista mecánico, la alineación circadiana reduce los niveles de la hormona del estrés cortisol por la noche, aumenta la serotonina durante el día y estabiliza el gasto energético.

Ancla tu día con pequeñas rutinas: un desayuno consciente, unos breves estiramientos o una hora límite constante para las pantallas. Los rituales matutinos son especialmente poderosos; empezar el día de forma predecible puede enmarcar toda la jornada de una manera más tranquila y centrada. Estos patrones proporcionan estructura y transmiten seguridad al sistema nervioso, creando estabilidad interior a través de la consistencia exterior.

4. Muévete para mejorar tu estado de ánimo

El movimiento es una de las palancas más rápidas para cambiar el estado de ánimo y equilibrar la química del estrés. El ejercicio influye en el cuerpo a través de múltiples vías: Regula el azúcar en sangre, equilibra las hormonas y libera neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que restauran la claridad mental.

Una revisión de 2024 descubrió que el ejercicio regular reduce significativamente la depresión, modera la ansiedad y mejora los patrones de neurotransmisores que estabilizan el estado de ánimo. También mejora la flexibilidad cognitiva, ayudando a las personas a adaptar su pensamiento durante el estrés y agudizando la concentración bajo presión. El ejercicio incluso promueve la liberación de endorfinas, hormonas naturales que actúan como elevadores internos del estado de ánimo, reduciendo el dolor y aumentando la satisfacción.

Las actividades sencillas y constantes, como caminar al aire libre, hacer una clase online de pilates, yoga o qigong, o estirarse en el escritorio, tienen efectos medibles en la resiliencia. Estos movimientos transmiten una sensación de seguridad al sistema nervioso, lo que ayuda a alejarlo de las respuestas al estrés.

5. Practique y encarne la gratitud

La gratitud es más que una actitud; es una práctica neurobiológica que remodela el cerebro. Los estudios demuestran que la gratitud reduce el cortisol, la hormona del estrés, regula las redes emocionales y fortalece las vías de empatía y autorregulación.

En un estudio de neurociencia, la gratitud activó las redes responsables de la regulación de las emociones y la resiliencia, lo que confirma sus profundos efectos a nivel cerebral. Un metaanálisis de 2023 demostró que los pacientes que participaron en intervenciones de gratitud mantuvieron mayores sentimientos de gratitud, mejor salud mental y menos síntomas de ansiedad y depresión.

Las opciones que se pueden probar incluyen escribir un diario, escribir cartas de agradecimiento o practicar mindfulness. Los rituales incorporados hacen que la gratitud sea más automática.

Al entretejer la gratitud en los rituales, ya sea a través de la reflexión, el movimiento o la conversación, se reconfigura activamente el estrés en conexión, esperanza y positividad.

6. Añadir pausas conscientes y respirar

El estrés a menudo nos abruma cuando no hacemos suficientes pausas. Las investigaciones demuestran que las pausas conscientes activan la corteza prefrontal del cerebro, el área ejecutiva encargada de la toma de decisiones y el autocontrol, al tiempo que calman la amígdala, el sistema de alarma emocional. Las pruebas de la neurociencia respaldan el "etiquetado de las emociones", la práctica de nombrar los sentimientos presentes, de forma escrita o verbal, como una forma de regular las respuestas al estrés. Los estudios demuestran que las pausas breves y regulares también mejoran la resiliencia y el autocontrol.

La respiración es quizás el punto de partida más sencillo para la atención plena. Una amplia revisión de 465 estudios y un metaanálisis, confirmaron que la respiración lenta y consciente reduce la excitación fisiológica, regula el estado de ánimo y equilibra las hormonas. Incluso cinco minutos al día pueden transformar los estados de estrés. Las investigaciones realizadas en entornos sanitarios que utilizan prácticas de respiración guiada observaron mejoras positivas en el bienestar.

Una forma práctica de integrar esto es simplemente hacer una pausa de 30 segundos para tomar una o dos respiraciones lentas. Alternativamente, puedes decirte a ti mismo: "Me siento ansioso" o "Me siento tranquilo", lo que sea cierto. El simple hecho de etiquetar restablece las vías del estrés, mientras que la respiración ancla el sistema nervioso. Con la repetición, estas micropausas crean un equilibrio emocional a largo plazo.

7. Sintoniza con la positividad a diario

Los medios de comunicación que consumes influyen directamente en tu estado de ánimo y tu resiliencia. Estudios recientes revelan cómo la exposición selectiva a los medios de comunicación mejora la salud mental. Una revisión sistemática publicada en marzo demostró que ciertos podcasts pueden ayudar a la salud mental y reducir el estrés, la ansiedad y el autoestigma, al tiempo que aumentan la autocompasión.

En lugar de desplazarte sin fin por la pantalla, considera la posibilidad de seleccionar intencionadamente lo que consumes: Sigue a creadores que te inspiren, escucha un podcast motivador durante un breve paseo o sustituye las noticias matutinas por una serie de audio reflexiva. Incluso unos pocos minutos diarios de contenido positivo ayudan a restablecer la perspectiva y a desarrollar la resiliencia.

Recurrir a la fe en un poder superior, a través de la espiritualidad o la práctica religiosa, también puede alimentar la esperanza, el sentido y una visión más positiva, especialmente en tiempos difíciles. Las investigaciones demuestran que la práctica religiosa diaria puede mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés. Conectar con tus creencias o con tu comunidad espiritual puede proporcionarte consuelo y reforzar tu fuerza interior.

8. Conéctese con una comunidad de personas con ideas afines

Los seres humanos estamos programados para conectar y los lazos sociales siguen siendo una de las formas más poderosas de reducir el estrés y aumentar la resiliencia. Un estudio realizado con más de 6000 adultos mayores reveló que pertenecer a grupos sociales activos aumentaba directamente el bienestar y la salud. Del mismo modo, el Informe Mundial sobre la Felicidad reforzó la idea de que las relaciones prósperas impulsan los resultados de salud mental en todas las poblaciones.

Hay muchos ejemplos en todas las culturas. En Japón, los grupos llamados "moai" —redes de amistad para toda la vida— ayudan a los participantes a manejar el estrés, reducir el aislamiento e incluso vivir más tiempo. En Italia, los patrones culturales de reuniones frecuentes con familiares y amigos reducen la soledad y aumentan la alegría diaria. Desde un punto de vista mecánico, las conexiones sociales activan los circuitos de recompensa en el cerebro, reducen el cortisol y fortalecen el sistema de oxitocina que impulsa los vínculos y la calma.

Para conectar con los demás, considere la posibilidad de unirse a comunidades en las que se sienta integrado, haga voluntariado o profundice en las amistades existentes. Las conexiones trasladan el peso emocional de los hombros individuales a la fuerza colectiva, multiplicando la capacidad de resiliencia.

9. Acepte la vulnerabilidad

Una de las paradojas de la resiliencia frente al estrés es que no se fortalece con la perfección, sino con la aceptación de la imperfección. La vulnerabilidad invita a la conexión, la confianza y la autenticidad. El arte japonés del "kintsugi", que consiste en reparar la cerámica rota con oro, es una metáfora: Los defectos se convierten en rasgos de belleza, no en imperfecciones.

Un estudio de 2023 confirmó que la vulnerabilidad y la adaptabilidad durante la adversidad crean una fuerza duradera, especialmente en condiciones como la pandemia. Al reconocer las limitaciones, compartir verdades con los demás o participar en la autorreflexión, la vulnerabilidad se convierte en una puerta hacia la conexión y la creatividad.

Algunas medidas prácticas son hablar con sinceridad con amigos de confianza, escribir sobre emociones difíciles o plasmar la vulnerabilidad en el arte o la narración. En lugar de erosionar la fuerza, la apertura crea vínculos de reciprocidad, pertenencia y resiliencia, preparándonos para afrontar los retos con mayor esperanza.

La resiliencia toma forma cuando aprendemos a afrontar el estrés como una señal de crecimiento en lugar de una amenaza que hay que evitar. Al practicar pequeños hábitos intencionados que fomentan el equilibrio y la perspectiva, fortalecemos nuestra capacidad de adaptación y recuperación. Con el tiempo, estas elecciones desarrollan la flexibilidad y la confianza necesarias para afrontar los retos con firmeza en lugar de con miedo.


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