Opinión
El desplome de los valores tradicionales se ha querido confundir con la idea de progreso, de algo positivo que libera a los seres humanos de ataduras impuestas por poderes negativos, se exalta así como una liberación del individuo.
La destrucción de la familia, el festejo del asesinato de bebés en el vientre materno tratados con desprecio por ser no-nacidos, la exaltación de la diferencia como un valor en sí mismo, la promoción de antivalores, un narcisismo patológico, la invasión de espacios de las mujeres que se lleva a cabo por hombres llamados trans, que se sostienen ser mujeres y, por tanto, deben ser tratados como tales porque según ellos es un “derecho” suyo que los demás deben aceptar por sí mismo.
Tiranías como la de los Partidos Comunistas en China o en la antigua Unión Soviética inauguraron en el mundo moderno la demolición de los valores tradicionales y a eso le llamaban “liberación”.
Sin que un partido totalitario tome el poder en Occidente, esta ideología “progresista” se implantó con una proyección incluso exagerada, mediante el concepto de “Sociedad Abierta” promovido por el especulador financiero George Soros, operador de la célebre familia Rothschild.
El principio de respeto a los derechos humanos y a preferencias sexuales entre adultos, se trastocó en Occidente al convertir en derechos modalidades inhumanas, locuras e incluso aberraciones como la pedofilia que se exalta ahora en los desfiles LGBTT+.
Esta ideología tomó por asalto a la educación y se enseñan los antivalores a los educandos. En el caso de México, con el gobierno de Morena sustituye incluso en la educación básica a la enseñanza de las matemáticas, las ciencias naturales, el español, la historia y el civismo.
Es una educación orientada al adoctrinamiento woke de las nuevas generaciones, con el resultado de ser la base del atraso y la formación de mano de obra barata, cuando paradójicamente se sostiene ser una educación progresista.
Esto es algo aceptado por los políticos del gobierno mexicano: Morena, PVEM, PT y también por los llamados de oposición: PAN y PRI. La falta de diferenciación y contraste ha terminado por fortalecer a Morena como partido gobernante.
La ideología woke comenzó en México con el uso del lenguaje inclusivo por parte de los políticos en tiempos del presidente panista Vicente Fox. Es una paradoja que esto haya sido así con un partido supuestamente conservador.
El llamado lenguaje inclusivo es una descomposición del lenguaje que abre paso esencialmente a la descomposición de los valores tradicionales y genera una realidad, por usar las/los se considera que ya se apoya a las mujeres —cuando en español los genéricos son suficientes y lo demás es absurdo—, mientras se les abandona en aspectos esenciales como la seguridad social, su respeto como madres y el apoyo laboral o su protección ante los delitos en su contra.
Ahora todas las directivas partidistas oficiales comparten esos principios, con algunas excepciones circunstanciales por parte del PAN, como una concesión a las corrientes conservadoras que todavía militan en esta organización, particularmente en el tema del aborto.
Salvo eso —un rechazo bastante débil al aborto— el PAN se asigna a la tendencia woke con el liderazgo de Ricardo Anaya. Los otros partidos opositores están plenamente adscritos a la ideología woke: Movimiento Ciudadano y PRI.
Durante su gestión como jefa de Gobierno en la Ciudad de México, la hoy presidente Claudia Sheimbaum firmó un decreto para que los niños puedan ir a la escuela básica vestidos de niñas y al contrario.
La presidente recomendó que a los niños se les vistiera de niñas para que pudieran comprenderlas mejor. También su gobierno financió a los drags queen, propagandistas de la ideología woke con los niños, a los que les enseñan que hay múltiples formas de familias y de sexos y que se pueden elegir voluntariamente.
Pero Soros, los Rothschild y la imposición ideológica en el mundo occidental han encontrado resistencias. De manera significativa esto ha sido patente en la Hungría de Víktor Orbán. En un discurso proclamó, al rememorar a la insurrección anticomunista de Budapest en 1956 —una gesta heroica de los trabajadores y la juventud húngara— que Hungría ha sido esa vez y desde tiempos antiguos un valladar de Occidente ante las invasiones bárbaras.

“Ya lo hicimos antes y lo haremos ahora” al referirse a la lucha contra las nuevas formas de barbarie que se han impuesto para derruir la cultura y la civilización occidentales. El gobierno de Orbán ha expulsado de Hungría a la organización de Soros y restringido a la banca de Rothschild —expulsada recientemente de Rusia por Putin—. Recientemente su gobierno prohibió los desfiles LGBTT+ por promover aberraciones como la pedofilia.
El presidente Víctor Orbán ha demostrado de manera patente que se puede frenar la imposición de la ideología woke y de los organismos disolventes de las fronteras territoriales para acabar con los Estados-Nación, o entre hombre y mujer para acabar con las familias.
En Estados Unidos emerge una fuerte contraposición al derrumbe de los valores tradicionales y al predominio de la ideología woke, sostenidos ambos por el Partido Demócrata. Esto ha sucedido con el presidente Donald Trump, del Partido Republicano, pero también con las posturas del hombre más rico del mundo, Elon Musk, que ha hecho su fortuna con la innovación tecnológica y prepara la futura conquista de Marte.
Está llegando la hora de que en México se tome en serio el restablecimiento de los valores tradicionales y se supere la hegemonía de los políticos de todos los colores que prefirieron ponerse interesadamente a la moda, en lugar de defender la verdadera libertad humana, que consiste en un fundamento civilizatorio en contra de la barbarie moral y la decadencia de Occidente.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times.
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