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Célula cancerosa biológica y enfermedad, representación 3D. (Ilustración 3D)

Célula cancerosa biológica y enfermedad, representación 3D. (Ilustración 3D)

El cáncer no está solo en los genes: Conozca a estos principales culpables

Los ajustes dietéticos saludables y la inmunoterapia ofrecen esperanza para combatir esta enfermedad generalizada

VIDA Y ESTILO
Por Lynn Xu y Brendon Fallon
24 de septiembre de 2025, 4:48 p. m.
| Actualizado el24 de septiembre de 2025, 4:48 p. m.

El cáncer ya no se considera únicamente una enfermedad genética, sino que cada vez se entiende más como una afección influenciada por factores modificables relacionados con el estilo de vida.

La Sociedad Americana contra el Cáncer dice que aproximadamente el 40 % de todos los cánceres en Estados Unidos están asociados a factores de riesgo potencialmente modificables, como la obesidad, la mala alimentación y la inactividad física.

En una entrevista de Vital Signs, el Dr. Jason Fung, autor del éxito de ventas "The Cancer Code", cuestiona la visión tradicional centrada en los genes y señala, en su lugar, una compleja interacción entre la función celular y los factores ambientales. Aboga por fortalecer el sistema inmunológico y mejorar el "suelo celular" del cuerpo mediante cambios en el estilo de vida, en particular la dieta, como principio fundamental de la prevención del cáncer.

La mayoría de los cánceres no son hereditarios

Históricamente, el cáncer se entendía a través de la teoría de la mutación somática, propuesta por Theodor Boveri a principios del siglo XX, que relacionaba las anomalías cromosómicas con el crecimiento celular descontrolado. Casos de gran repercusión, como la doble mastectomía preventiva de Angelina Jolie en 2013 tras dar positivo en una mutación del gen BRCA1, reforzaron la idea de que la genética domina el riesgo de cáncer.

Sin embargo, las investigaciones más recientes demostraron que los factores hereditarios solo representan una pequeña fracción de los casos de cáncer. En cambio, el entorno en el que operan los genes —por ejemplo, el estilo de vida, como el tabaquismo, la dieta y la obesidad— desempeña un papel mucho más importante. Según el informe Cancer Facts & Figures 2025 de la Sociedad Americana contra el Cáncer, el tabaquismo es la causa del mayor número de muertes por cáncer, lo que pone de relieve que muchos cánceres se deben a elecciones de estilo de vida modificables y no a factores genéticos hereditarios.

Además, los síntomas del cáncer se manifiestan con una sorprendente similitud entre las personas, incluso a través del tiempo, el espacio y la geografía. El cáncer de mama, por ejemplo, muestra rasgos morfológicos y patrones de comportamiento notablemente consistentes entre las pacientes de todo el mundo. Esta consistencia no apunta a una genética compartida, sino a sistemas biológicos profundamente arraigados que se reactivan bajo ciertas tensiones, lo que sugiere que los desencadenantes ambientales y fisiológicos comunes desempeñan un papel más importante que la herencia en el desarrollo de la mayoría de los cánceres.

La obesidad aumenta el riesgo de cáncer

En 2002, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer identificó la obesidad como un factor de riesgo significativo para varios tipos de cáncer, entre ellos el de esófago, colon, endometrio, mama y páncreas. Esta conclusión relaciona la obesidad con una mayor incidencia de cáncer y tasas de mortalidad más elevadas.

Una revisión exhaustiva de 2023 sobre la obesidad y la epidemiología del cáncer reforzó aún más esta conexión, al presentar pruebas sólidas del papel de la obesidad en numerosos tipos de cáncer. Cuando se combina con una dieta deficiente, se estima que la obesidad es responsable de aproximadamente el 30 % de los casos de cáncer.

La obesidad contribuye al desarrollo del cáncer al crear un entorno biológico propicio para el crecimiento tumoral, principalmente a través de la inflamación crónica, los desequilibrios hormonales y la disfunción metabólica. Como observó Fung, uno de los factores clave es la insulina, la hormona responsable de regular el azúcar en sangre. En niveles elevados, la insulina puede actuar como factor de crecimiento, estimulando la proliferación de diversas células, incluidas las cancerosas.

Las personas con sobrepeso u obesidad tienden a tener niveles más altos de insulina, lo que es un factor que contribuye al cáncer de mama. Por lo tanto, al centrarnos en el entorno metabólico y hormonal en el que se desarrolla el cáncer y adoptar una dieta saludable, podemos reducir el riesgo y marcar una diferencia real.

El cáncer como respuesta al daño crónico

Fung describe el cáncer como un "retroceso" celular y evolutivo hacia un modo de vida unicelular, o una ruptura del orden celular, una regresión a un estado más primitivo, impulsado por la supervivencia. Cuando las células sufren un daño crónico, abandonan sus funciones cooperativas dentro del organismo e invaden los tejidos cercanos para competir por el suministro de sangre y nutrientes. Esta forma de anarquía celular refleja una regresión en la que la supervivencia prevalece sobre la cooperación.

Una dieta deficiente, las toxinas, el tabaquismo, la inflamación crónica, el envejecimiento u otros factores pueden desencadenar esos daños celulares crónicos.

Según Fung, el tratamiento del cáncer no debe centrarse únicamente en erradicar las células malignas, sino también en restablecer la armonía celular y mejorar el entorno biológico que sustenta la salud. El objetivo es hacer que el "suelo" sea inhóspito para el crecimiento del cáncer.

Sugiere estrategias como las siguientes:

- Reducir la inflamación crónica: Limitar los alimentos procesados, los azúcares refinados y el exceso de aceites omega-6 y promover los alimentos antiinflamatorios como las verduras, el pescado rico en omega-3 y el aceite de oliva.

- Reforzar la función inmunitaria: Mediante un sueño reparador, actividad física regular, dietas ricas en nutrientes y minimizar el estrés crónico. El ayuno y las terapias metabólicas pueden ayudar a reequilibrar el metabolismo de la insulina y la glucosa, restaurando así la vigilancia inmunitaria.

- Gestionar el estrés: Dado que las hormonas del estrés prolongado perjudican tanto la inmunidad como la reparación celular, pueden ser útiles prácticas de reducción del estrés como la meditación y los ejercicios de respiración.

- Evitar las toxinas y los carcinógenos: Incluidos el tabaco, el alcohol y los contaminantes ambientales.

En esencia, Fung sugiere que, al mejorar el entorno en el que viven las células, en lugar de centrarse únicamente en las células cancerosas, podemos reducir las condiciones que permiten que el cáncer prospere.

El papel del sistema inmunitario

En la mayoría de los casos, el sistema inmunitario detecta y elimina las células anormales del organismo antes de que puedan convertirse en células cancerosas. Fung denomina a este proceso continuo "vigilancia del cáncer", que desempeña un papel fundamental en la prevención del crecimiento del cáncer hasta convertirse en una enfermedad detectable o peligrosa.

Sin embargo, cuando el sistema inmunitario se ve comprometido, ya sea por el envejecimiento, los fármacos inmunosupresores u otros factores, las células cancerosas pueden escapar a la vigilancia.

Por ejemplo, los pacientes trasplantados de órganos se enfrentan a un riesgo de cáncer drásticamente mayor. A estos pacientes se les suelen administrar dosis elevadas de fármacos inmunosupresores para prevenir el rechazo del órgano trasplantado. Si bien estos fármacos ayudan a proteger el nuevo órgano, también debilitan las defensas naturales del organismo, incluida la capacidad del sistema inmunitario para detectar y destruir las células cancerosas.

Fung indica que esta es la razón por la que los programas de trasplantes son tan cuidadosos con el seguimiento del cáncer y cita un ejemplo llamativo de este fenómeno relacionado con un paciente con melanoma. Aunque se había extirpado el cáncer visible y el paciente parecía estar en remisión, las células cancerosas permanecieron latentes y estrictamente controladas por el sistema inmunitario.

Años más tarde, la persona falleció en un accidente y sus órganos fueron donados.

Uno de los receptores desarrolló un melanoma generalizado porque, una vez que se suprimió el sistema inmunitario para evitar el rechazo de los órganos, esas células cancerosas ocultas dejaron de estar controladas.

Avances en inmunoterapia

En los últimos años, los tratamientos contra el cáncer, como la cirugía, la radiación y la quimioterapia, se centran en extirpar tumores y destruir células de forma indiscriminada. Aunque este tipo de tratamiento agresivo puede reducir el tamaño del tumor, a menudo también daña el tejido sano y no aborda la raíz de la enfermedad.

Por el contrario, la inmunoterapia representa un avance transformador al centrarse en la disfunción subyacente. Terapias como la terapia con células CAR-T aprovechan las células inmunitarias del paciente y las reprograman para que reconozcan y destruyan las células cancerosas. Al "desenmascarar" las células cancerosas, que a menudo desarrollan mecanismos para evadir la detección inmunitaria, estos tratamientos mejoran las defensas naturales del organismo y restauran su capacidad para combatir la enfermedad de forma eficaz.

Más información

El cáncer es una enfermedad compleja con muchos factores que contribuyen a su aparición, lo que dificulta su predicción o prevención. Por ejemplo, el sobrepeso aumenta el riesgo, pero no garantiza que una persona vaya a desarrollar cáncer. Del mismo modo, estar delgado reduce el riesgo, pero no hace que una persona sea inmune. Del mismo modo, fumar es un factor de riesgo importante para el cáncer de pulmón, pero no todos los fumadores desarrollan la enfermedad. Es uno de los muchos factores de riesgo, no una relación directa de causa y efecto como en el caso de las enfermedades infecciosas.

A medida que la investigación se orienta hacia enfoques ambientales e inmunológicos, Fung prevé un futuro en el que la prevención y el tratamiento del cáncer sean más eficaces y menos invasivos.

Por ahora, los cambios sencillos y accesibles —adoptar una dieta baja en insulina, eliminar el exceso de azúcares y grasas de la dieta, hacer ejercicio regularmente para mejorar la inmunidad— ofrecen un punto de partida práctico para reducir el riesgo.


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