(Cortesía de Jodie Lane Photography)

(Cortesía de Jodie Lane Photography)

"Un testimonio del poder de la oración, la fe y la esperanza"

"Mi viaje de sanación" es una serie especial de historias escritas por personas que encontraron caminos poco convencionales hacia el bienestar cuando no tenían otro lugar a dónde recurrir

HISTORIAS DE CURACIÓNPor Historias de sanación
12 de agosto de 2025, 7:22 p. m.
| Actualizado el12 de agosto de 2025, 8:41 p. m.

El día de San Valentín de 2024 comenzó como cualquier otro día, pero terminó como uno que nunca olvidaré: El día en que me diagnosticaron cáncer. Al principio, era cáncer de mama. En cuestión de semanas, supimos que se había extendido al hígado.

El diagnóstico oficial fue carcinoma lobulillar invasivo en estadio IV en el seno derecho con metástasis en el hígado y carcinoma ductal invasivo en estadio 1A en el seno izquierdo. El pronóstico fue devastador: Un 30 % de posibilidades de sobrevivir cinco años.

Tenía 53 años, era madre soltera de un hijo de 13 años y, de repente, todo mi futuro se volvió incierto. Podía dejar que este diagnóstico me definiera como una víctima o podía elegir ser una vencedora. Recé profundamente, pidiendo a Dios sabiduría, fuerza y claridad. Decidí que, independientemente del resultado, utilizaría este viaje para glorificarle. Recé por una curación física completa y también pedí curación espiritual y emocional, sin importar adónde me llevara el camino.

Fue durante ese tiempo cuando aprendí a vivir plenamente el presente. Empecé a animar a todos mis conocidos a que apreciaran el regalo que es el día de hoy. A vivir el ahora. A crear recuerdos. A no dejar que el pasado o el futuro les roben la belleza del momento.

Después de comenzar la terapia hormonal, empecé a investigar opciones alternativas para complementar mi tratamiento. Fue entonces cuando descubrí un medicamento reutilizado llamado fenbendazol, un antiparasitario veterinario con prometedoras investigaciones que sugerían posibles propiedades contra el cáncer. Mi oncólogo no me desanimó a probarlo, así que lo añadí a mi régimen. Recé por sabiduría y creí que Dios había puesto esta información en mi camino por una razón. Me convertí en mi propia defensora: Investigué, hice preguntas y me hice cargo de mi plan de tratamiento.

Resultados sorprendentes

Después de dos meses de tratamiento, los resultados fueron sorprendentes: El tejido tumoral se había reducido en un 50 %. Mi oncólogo comentó: "Estás respondiendo a este tratamiento mejor de lo que suelo ver". Sus palabras fueron un testimonio del poder de la oración, la fe y la esperanza.

Después de cuatro meses de tratamiento, los resultados fueron milagrosos: No había rastro de la enfermedad ni en el hígado ni en los senos. Mi oncólogo revisó mi pronóstico y aumentó mis posibilidades de sobrevivir cinco años al 95 %.

El cáncer tiene una forma de reducir la vida a lo esencial. Aprendí a valorar las pequeñas cosas: El sol en mi rostro, una risa con mi hijo o un momento de silencio para rezar. Aprendí a apoyarme en mi fe más que nunca, confiando en que Dios estaba conmigo en cada paso del camino.

Kristina Keller y su hijo. (Cortesía de Jodie Lane Photography).Kristina Keller y su hijo. (Cortesía de Jodie Lane Photography).

Para mis compañeras guerreras contra el cáncer, mi consejo es que sean sus propias defensoras. Recen, investiguen y exploren todas sus opciones. Escuchen a su equipo médico, pero no tengan miedo de hacer preguntas o buscar formas alternativas de apoyar su curación.

Mi historia, recogida en un nuevo libro superventas de Amazon, "¡Toca tus tetas!: Mi historia de fe, esperanza y curación tras un cáncer de mama en estadio IV", no trata solo de sobrevivir al cáncer, sino de encontrar un propósito y compartir la esperanza con los demás.

Por Kristina Keller.


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