Comentario
Se necesitaron 20 años para derrotar al Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales en Bolivia mediante elecciones. Dos décadas de lucha política, junto con una supuesta "guerra cultural", están profundamente arraigadas en la región. El MAS llegó al poder gracias al financiamiento de Hugo Chávez, quien, utilizando los vastos recursos de la renta petrolera venezolana, inyectó fondos en campañas en casi todos los países del continente. Durante un largo periodo, él y sus aliados prácticamente tomaron el control de Sudamérica, con la excepción de Colombia.
Sin embargo, la crisis venezolana los dejó expuestos. No solo se agotó el dinero utilizado para financiar las campañas políticas, sino que el trágico ejemplo del socialismo de Chávez y Maduro —que obligó a más de nueve millones de personas a huir de su país en busca de mejores condiciones de vida— se convirtió en la más clara advertencia del caos causado por un sistema en el que el Estado regula y controla la economía simultáneamente.
El 17 de agosto, no solo la izquierda perdió el poder en Bolivia. Lo más impactante fue la forma aplastante en que ocurrió. Más allá de los factores locales, una influencia externa inesperada también influyó: el ascenso de Javier Milei en Argentina.
El colapso electoral de la opción socialista
El nombre del próximo presidente de Bolivia aún se desconoce; figuras de la oposición como Rodrigo Paz y Tuto Quiroga avanzaron a la segunda vuelta, programada para el 19 de octubre. El partido gobernante, el MAS, en cambio, sufrió una derrota histórica: su candidato no alcanzó el 4% de los votos, y en la legislatura, los socialistas vieron reducida su representación de 75 escaños a tan solo uno. Este colapso también se vio impulsado por divisiones internas.Evo Morales, el líder histórico del partido, inicialmente apoyó a Luis Arce. Sin embargo, una vez en el cargo, Arce comenzó a distanciarse de Morales, en parte debido a su injerencia en las decisiones gubernamentales y en parte por las acusaciones de efebofilia en su contra, cargos por los que finalmente fue condenado, aunque permanece en libertad, protegido por lo que él llama su "guardia pretoriana indígena".
Pero la política por sí sola no puede explicar la caída del MAS. Bolivia atravesaba una de sus peores crisis económicas en décadas. Muchos factores contribuyeron, entre ellos:
-Colapso del sector energético: La producción de gas, principal fuente de ingresos del país, se desplomó de 60 millones de metros cúbicos por día en 2014-2015 a sólo 28 millones en 2025. La mala gestión y la falta de mantenimiento redujeron las exportaciones y, por ende, el comercio exterior.
-Reservas agotadas: En 2014, Bolivia contaba con 15.000 millones de dólares en reservas internacionales, pero para 2025 esa cifra se había reducido a menos de 2.000 millones. Esto impidió al gobierno mantener los subsidios o importar combustible con normalidad.
-Escasez de diésel y gasolina: El 66 % de las gasolineras dejaron de vender diésel y el 38 % de gasolina. En muchas ciudades, las filas se extendieron más de 11 horas. La crisis afectó tanto a la agricultura y el transporte que el gobierno autorizó pagos en criptomonedas para importar combustible.
-Crisis alimentaria e inflación: Los precios de alimentos básicos como el arroz, la carne y el pescado aumentaron hasta un 58 % en un solo año. La inflación anual alcanzó el 23 % en junio de 2025, con una inflación alimentaria que rondó el 17 % y el 24 %.
-Pobreza generalizada: Según el Banco Mundial, más del 35 % de los bolivianos vive actualmente en la pobreza, con una tasa de pobreza extrema cercana al 11 %. Muchos hogares redujeron sus comidas de tres al día a solo una.
-Deuda y déficit fiscal: La deuda pública alcanzó el 95 por ciento del PIB a fines de 2024, mientras que el déficit fiscal superó el siete por ciento del PIB, sin dejar margen fiscal.
Los bolivianos de a pie sintieron este colapso en carne propia: interminables filas en las gasolineras, precios desorbitados de los alimentos y la imposibilidad de acceder a dólares a medida que sus monedas locales perdían valor. Esta combinación erosionó el apoyo que aún le quedaba al MAS.
El factor Milei
Mientras tanto, en Argentina, un país vecino que había enfrentado una crisis similar años antes, un libertario de cabello salvaje estaba guiando a la nación hacia un nuevo rumbo. Había hecho campaña con una motosierra como símbolo, prometiendo recortar el gasto público, las nóminas y el control estatal de la economía, todo mientras gritaba: "¡Viva la libertad, maldita sea!".Al principio, pocos lo tomaron en serio. Pero en dos años, se convirtió en un fenómeno internacional. Milei ganó la presidencia contra todo pronóstico y comenzó a implementar exactamente lo que prometió: reducir el tamaño del Estado y liberalizar la economía.
Milei heredó Argentina con una inflación anual del 211,4 % en diciembre de 2023. Para mayo de 2025, el índice de precios al consumidor solo subió un 1.5 %, el nivel más bajo en cinco años. La pobreza se redujo del 52.9 % al 38.1 %. Un país que antes se consideraba condenado a la hiperinflación y la miseria comenzó a recuperarse rápidamente.
Los bolivianos tomaron nota. Tanto Rodrigo Paz como Tuto Quiroga, los candidatos que llegaron a la segunda vuelta, se han comprometido a recortar el gasto público y reducir el tamaño del Estado. Este cambio ya se ha convertido en una tendencia regional.
El giro hacia la derecha en América Latina
Antes de la derrota del MAS en Bolivia, Ecuador había elegido a Daniel Noboa, un presidente más cercano a Estados Unidos y más distante de los regímenes socialistas de la región. Casi al mismo tiempo, el argentino Javier Milei había conseguido su propia victoria. Ahora es Bolivia. Paso a paso, el mapa político de la región está cambiando.En los próximos meses se celebrarán elecciones presidenciales en Chile y Honduras, ambos países gobernados por la izquierda. Las encuestas en ambos países muestran actualmente a candidatos de centroderecha con fuertes posibilidades de victoria. Estos candidatos rechazan abiertamente el socialismo, critican la excesiva intervención estatal, denuncian la brutalidad de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y abogan por alianzas estratégicas con Estados Unidos en lugar de con China, Rusia o Irán.
No todos pueden describirse como "libertarios" ni como seguidores del pensamiento económico de Hayek, como Milei. Pero están muy alejados de la reciente incursión de la región en el estatismo, la represión y los cárteles del narcotráfico. También parecen dispuestos a cooperar con Washington en materia de seguridad regional, migración y economía.
Lo notable es cómo el fenómeno argentino ha cambiado la dinámica regional.
En una América Latina acostumbrada desde hace tiempo a las ayudas gubernamentales, los candidatos presidenciales ya no compiten por ofrecer más subsidios y programas sociales. Ahora compiten por prometer recortes más profundos, menos gobierno y mayores libertades individuales.
El grito de “¡Viva la libertad, maldita sea!” comenzó en Buenos Aires, resonó en La Paz y ahora el resto de América Latina espera su turno en las urnas para sumarse a la ola libertaria que parece estar remodelando el panorama político del continente.
Del Instituto Americano de Investigación Económica (AIER)
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