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La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, habla durante la rueda de prensa matutina diaria en el Palacio Nacional el 6 de agosto de 2025 en la Ciudad de México, México. (Foto de Manuel Velásquez/Getty Images)

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, habla durante la rueda de prensa matutina diaria en el Palacio Nacional el 6 de agosto de 2025 en la Ciudad de México, México. (Foto de Manuel Velásquez/Getty Images)

La degradación del lenguaje político y gubernamental mexicano

OPINIÓN

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31 de octubre de 2025, 12:35 a. m.
| Actualizado el31 de octubre de 2025, 12:35 a. m.

Opinión

De manera reciente la presidente Claudia Sheinbaum aludió a una frase de Vicente Fox cuando fue presidente de la República, con la cual se refirió a las mujeres diciendo que eran "Lavadoras de dos patas".

Y la titular del Poder Ejecutivo extendió la referencia, sosteniendo que se trataba de una postura propia de lo que ella y su partido Morena llaman "la derecha", a cuyos integrantes en su totalidad les atribuyó considerar así, de manera despectiva, a las mujeres.

Si bien es vergonzoso que el pésimo chiste foxiano haya sido pronunciado por quien tenía en ese momento la alta responsabilidad de representar y conducir al Estado mexicano, en realidad estira mucho la liga extenderlo como una práctica o creencia de todos los miembros de una corriente política adversaria.

Lo curioso y paradójico es que fue precisamente Vicente Fox quien introdujera en el discurso presidencial oficial, el uso del llamado lenguaje inclusivo, con su las/los y la liga estirada para supuestamente hacer visibles a las mujeres mediante deformaciones lingüísticas imposibles de sostener de manera permanente.

Los términos genéricos incluyen a todos y resulta ridículo querer introducir forzadamente al femenino. Por ejemplo, "seres humanos" es una expresión que abarca ambos sexos y resulta ridículo querer incluir la denominación "seras humanas" para referirse específicamente a las mujeres.

La idea de que se debe hacer visibles a las mujeres como si el lenguaje las ocultara, se basa en un supuesto concepto del escritor estadounidense George Steiner: "Lo que no se nombra, no existe".

Steiner escribió Tolstoi o Dostoyevski, un admirable ensayo que leí hace ya muchos años, siendo un escritor conocido por mí me di a la tarea de buscar ese concepto en sus libros, incluyendo en sus complejos estudios lingüísticos, con el propósito de conocer el contexto de su aseveración. Y no encontré nada.

Lo que se quiere justificar es una ideología que reivindica un supuesto feminismo, como parte de una cultura disolvente, no los valores de beneficio real femenino, sino el imperio ideológico que oprime en realidad, que no libera.

Mientras la ideología como "falsa conciencia" se centra en el lenguaje como propaganda, la realidad es que no hay peor momento para las mujeres que ahora.

No importan el uso impuesto de las/los, las cuotas de género de las políticas, las proclamas de "llegamos todas", la insistencia de decir presidenta con "A" —lo correcto es "la presidente" como decir "la cantante", no se dice "cantanta"—, sino los hechos.

Lo que prevalece es el perjuicio real hacia las mujeres: desaparición de guarderías y escuelas de tiempo completo, las desapariciones de mujeres especialmente jóvenes, la misoginia impune y proclamada del director del Fondo de Cultura Económica —y el apoyo presidencial que conserva a pesar de ello —, la exhibición de servilismo político pro machista de mujeres, en lugar del respeto a la mujer política como tal, etcétera.

Todo esto es parte del fenómeno real, que no lo resuelve un uso ideológico del lenguaje. En realidad esto último puede convertirse en parte del problema, que no de la solución.

Y es así porque se desvía la atención del punto nodal: descomponer el lenguaje no compone la realidad, no soluciona males ni es ninguna alternativa para que mejoren las cosas.

El lenguaje inclusivo se convierte así en parte más bien del problema, no de la solución a la realidad negativa de la mujer en el país. Y la forma no es fondo y en una circunstancia negativa si el fondo permanece inalterable eso significa todo.

De forma paradójica a su supuesta visibilización de la mujer, el lenguaje inclusivo más bien contribuye a que se ejerza el método de los encubrimientos a realidades que no se quiere afrontar o que compromete demasiado hacerlo y, por tanto, es por ello mejor olvidar el tema.

La ideología woke a la que pertenece el lenguaje inclusivo retrocede en el mundo. Pronto será reconocida como un anacronismo, como una deformación cultural inaceptable y será reconocida como una especie de locura colectiva sin justificación alguna.

El fracaso del marxismo y su modelo comunista, después de la caída del Muro de Berlín, la caída de la Unión Soviética, la disolución vergonzante de partidos comunistas, la difusión de sus innumerables crímenes en el mundo desde la toma del poder de los bolcheviques en la Rusia zarista, determinó una mutación posmoderna: la ideología woke.

En países como México, esa variante posmoderna del marxismo es una aportación de la izquierda que dejó de ser revolucionaria en su alianza con el priismo de corte echeverrista. La falta de escrúpulos de ambas partes logró una fusión impensable antes.

Acciones que debieron provocar repudio social, como cerrar nueve meses la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sin ningún motivo de peso como hizo el CEU de Sheinbaum, o cerrar la avenida Reforma con enormes perjuicios económicos y sociales como hizo luego López Obrador, para protestar por un fraude que nunca pudo demostrar, son manifestaciones del espíritu que los iba a identificar.

El espíritu destructivo identifica la raíz del viejo priismo con la neoizquierda de raíz woke. La tradicional demagogia se une con la visión woke: ese híbrido político tiene el poder ahora en el país.

La confusión se da cuando todos, gobierno y partido dominante y partidos opositores, comparten los mismos valores, la misma ideología modernista: woke, de género y enemiga de lo tradicional, de lo conservador sustantivo.

Entonces, si todos piensan lo mismo, la gente apoya el poder existente y sus opositores dejan de tener una identidad fuerte y se debilitan a sí mismos. Se bendice a quienes aceptan disolver a la familia tradicional en las leyes, que los niños cambien de sexo y que el lenguaje se vuelva absurdo.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.


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