Tu cerebro en las pantallas no es igual que tu cerebro en los libros. La neurociencia demuestra ahora que cuando cambiamos las páginas por píxeles, no es solo un cambio de formato conveniente, sino que también estamos alterando la forma en que nuestros cerebros procesan y retienen la información, con implicaciones significativas para los lectores de todas las edades.
Los niños que tienen un solo libro en casa, tienen casi el doble de probabilidades de cumplir los estándares de alfabetización y aritmética que los que no lo tienen, independientemente de sus ingresos, educación o ubicación geográfica. Más allá de desarrollar la alfabetización básica, los libros físicos fomentan interacciones cruciales entre padres e hijos que desarrollan habilidades socioemocionales y cognitivas.
Estas ventajas tempranas se acumulan con el tiempo. Los niños que crecen con acceso a libros completan un promedio de tres años adicionales de educación en comparación con los que no lo tienen, lo que podría significar la diferencia entre una educación universitaria y un diploma de secundaria.
Leer es leer ¿O no?
Si los libros desarrollan mejores cerebros, surge una pregunta en nuestro mundo cada vez más digital: ¿Importa tanto cómo leemos, como el qué leemos?A medida que los entornos domésticos y escolares cambian a través de la tecnología, la suposición de que «leer es leer» se enfrenta ahora a un escrutinio científico.
Las conclusiones de un artículo científico publicado en Social Psychology of Education muestran que, si bien el número de libros impresos en un hogar predice en gran medida el rendimiento académico, el número de libros electrónicos no muestra una correlación similar.
Estos resultados apuntan a lo que los investigadores denominaron el «efecto de inferioridad de la pantalla».
Este efecto se demostró de forma exhaustiva en un metaanálisis realizado en 2024 de 49 estudios en los que participaron miles de lectores desde la escuela primaria hasta la universidad. Los resultados muestran que las personas que leen en pantallas obtienen sistemáticamente peores resultados en las pruebas de comprensión que sus compañeros que leen el mismo texto en papel.
Los resultados ponen de relieve que los beneficios de la lectura dependen, al menos en parte, del propio medio de lectura.
El efecto hipnótico de las pantallas
Tzipi Horowitz-Kraus, profesora asociada del Instituto Tecnológico de Israel Technion y del Instituto Kennedy Krieger de la Universidad Johns Hopkins, trató de descubrir las razones neuronales que subyacen al «efecto de inferioridad de la pantalla».En un estudio realizado, Horowitz-Kraus reclutó a 19 niños de entre 8 y 12 años para que se sometieran a una resonancia magnética para evaluar la conectividad en las regiones del cerebro implicadas en el procesamiento del lenguaje y la cognición.
Descubrió que los niños que pasan más tiempo leyendo libros tienen mayores conexiones entre las regiones del cerebro involucradas en el procesamiento del lenguaje y el control cognitivo. Por el contrario, los niños que pasaban más tiempo utilizando medios de comunicación basados en pantallas mostraban menos conexiones entre estas mismas regiones.
Estas alteraciones corticales por la exposición a las pantallas comienzan temprano y pueden conducir a un subdesarrollo de las regiones del cerebro que subyacen a procesos de orden superior como la atención, la memoria y las habilidades sociales.
«Como neurocientíficos cognitivos del desarrollo, tememos que ciertas habilidades, como la atención, la velocidad de procesamiento y el control inhibitorio, no se desarrollen como deberían», dijo Horowitz-Kraus a The Epoch Times, al comentar el impacto de las pantallas en la primera infancia.
Uno de sus estudios de investigación comparó dos grupos de niños en edad preescolar a los que se les leyó un libro. Un grupo disfrutó de la hora del cuento tradicional, sentado con un adulto que les leía libros físicos mientras interactuaba con ellos. El otro grupo vio un vídeo de la misma historia, viendo las páginas del libro en la pantalla acompañadas del audio del libro leído por el mismo adulto.
Seis semanas después, los niños que miraban la pantalla obtuvieron resultados significativamente peores en las pruebas de atención y mostraron alteraciones en las ondas cerebrales similares a las de los niños con TDAH. Leer en pantallas, incluso a esta edad tan temprana, dificulta prestar atención a lo que se está leyendo.

La exposición a las pantallas cambia el comportamiento
Los investigadores tienen algunas teorías sobre por qué vemos estos efectos.Tami Katzir, investigadora y profesora de la Universidad de Haifa, dijo que la lectura en pantalla aumenta la «carga cognitiva», es decir, la cantidad de esfuerzo que hacemos en nuestro cerebro al completar una tarea.
«A diferencia de la lectura tradicional, los lectores [digitales] deben gestionar simultáneamente la comprensión del contenido mientras navegan por el texto, tomando decisiones constantes sobre el desplazamiento y manteniendo su lugar en el material», dijo Katzir a The Epoch Times. «Este efecto de 'atención dividida' significa que nuestra memoria de trabajo hace malabarismos con múltiples tareas a la vez, lo que puede reducir nuestra capacidad de comprensión profunda».
Curiosamente, estas disparidades en la atención pueden atribuirse a las diferencias en las estrategias de lectura entre los textos digitales y los impresos.
Imagínate leyendo tu novela favorita. ¿Te encuentras pasando las páginas para volver a leer un detalle importante? La tendencia natural a releer podría explicar por qué la lectura en papel sigue teniendo ventajas sobre la lectura digital, como se muestra en un estudio publicado en Reading and Writing.
Los investigadores equiparon a 50 estudiantes universitarios con dispositivos que rastreaban sus movimientos oculares exactos mientras leían un artículo científico de seis páginas. La mitad leyó de la «manera tradicional», en papel. La otra mitad leyó en tabletas. Aunque ambos grupos dedicaron la misma cantidad de tiempo al material, lo que hacían sus ojos contaba una historia completamente diferente.
El seguimiento ocular mostró que los lectores de material impreso se acercaban al texto con cuidado: primero lo ojeaban y captaban el panorama general y luego volvían a examinar las áreas de interés. Los lectores digitales, en cambio, se movían por el contenido como viajeros en un camino de un solo sentido, rara vez retrocediendo incluso en las secciones más difíciles.
A continuación, se evaluó la comprensión de ambos grupos.
A pesar de dedicar el mismo tiempo al material, los lectores de material impreso obtuvieron una puntuación un 24 % más alta en su comprensión del contenido. Esta disparidad podría suponer la diferencia entre un sobresaliente y un notable en un examen.

Parte de la razón de estas diferencias en el estilo de lectura proviene de las cualidades del propio medio impreso. Katzir dijo que leer un libro físico conduce a lo que ella llama «lectura incorporada».
«La experiencia táctil de sostener un libro, sentir su peso y pasar las páginas favorece la memoria espacial y ayuda a los lectores a crear un mapa mental del texto, lo que facilita la comprensión y el recuerdo», dijo Katzir.
«Las pantallas tienden a fomentar lo que los investigadores denominan un «efecto superficial» en nuestro comportamiento lector. En lugar de una lectura sostenida y concentrada, tendemos a saltar entre secciones con mayor frecuencia y a realizar un escaneo superficial en lugar de un análisis profundo. Esto conduce a una formación de memoria más débil, en particular para los detalles secuenciales, ya que los lectores suelen recurrir a la búsqueda de palabras clave en lugar de procesar el texto a fondo».
Diane Mizrachi, bibliotecaria de investigación de la Universidad de California-Los Ángeles, se encuentra regularmente con los efectos de la «lectura incorporada» en los estudiantes del campus y en los actores de cine de Los Ángeles.
«Con los actores, hablan de cómo aprenden sus papeles a través del movimiento y la movilidad. Y así, una gran razón para preferir el texto impreso es la tangibilidad y la calidad del texto al ser físico y real», dijo Mizrachi a The Epoch Times.
«Para ellos, es realmente una absorción del texto en sus cuerpos y sus almas».
Hacia un futuro integrado
Incluso con estos hallazgos, los investigadores aún no llegaron a la conclusión de que las pantallas son malas en su totalidad; es necesario seguir investigando para determinar plenamente sus efectos.El ilustrador Arthur Radebaugh imaginó un futuro en el que la tecnología revolucionaría la educación: los profesores estarían informatizados, los estudiantes aprenderían pulsando botones y las pantallas se adueñarían de las aulas. Estas predicciones pueden haber parecido optimistas cuando las hizo en la década de 1950, pero la vida actual pinta un panorama más complejo.

El futuro que imaginó Radebaugh ha llegado, pero no como él lo imaginó. El camino más prometedor no es todo digital o todo impreso, sino experiencias de lectura diseñadas deliberadamente que aprovechen las fortalezas de cada medio. Como dijo Horowitz-Kraus: «No podemos dar un paso atrás, la tecnología está aquí. Pero no podemos deshacernos de los libros».
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