Dejando de buscar secretos y empezando a hacer lo que es obvio
Las personas que se mueven en los círculos de desarrollo personal ya no hablan mucho del éxito.
La palabra conlleva cierta carga: Para algunos, implica la búsqueda egoísta de estatus, riqueza y poder. Sin embargo, simplemente significa lograr lo que te propones.
Según esa definición, todos queremos tener éxito. Ya sea convertirnos en un cónyuge más cariñoso, un padre más paciente o un escritor eficaz, a todos nos gustaría ver cómo nuestros esfuerzos dan frutos.
¿Qué pasa si has llegado a un punto en el que el camino hacia esos objetivos no parece claro? ¿Qué pasa si deseas el éxito, pero no estás seguro de cómo conseguirlo?
Yo me encontré en esa situación. Hace varios años, tenía grandes sueños sobre la persona en la que quería convertirme y los malos hábitos que quería romper. En lugar de progresar, pasaba horas leyendo sobre mis problemas, tratando de desvelar los secretos que estaba convencido de que debían existir y elaborando planes detallados sobre cómo triunfaría algún día.
En retrospectiva, me doy cuenta de que el camino hacia el éxito estaba delante de mis narices. No necesitaba buscarlo. Por desgracia, en aquel momento prefería la comodidad de soñar con mis objetivos a la incomodidad de aceptar el único ingrediente necesario para progresar: Hacer bien lo obvio.