Un trabajador humanitario prepara ayuda para personas sin hogar en Las Vegas, Nevada, el 14 de noviembre de 2024. (John Fredricks/The Epoch Times)

Un trabajador humanitario prepara ayuda para personas sin hogar en Las Vegas, Nevada, el 14 de noviembre de 2024. (John Fredricks/The Epoch Times)

En un mundo lleno de caos, tenemos el poder de marcar la diferencia

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12 de octubre de 2025, 11:06 p. m.
| Actualizado el12 de octubre de 2025, 11:06 p. m.

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Encienda las noticias, navegue por las redes sociales u observe a los titulares, y la imagen puede resultar abrumadora: guerras en el extranjero, luchas políticas en casa y tragedias que parecen ocurrir a diario. Nos bombardean con historias de ira, pérdida e incertidumbre. No es de extrañar que muchas personas se sientan impotentes, como si estos problemas fueran demasiado grandes y estuvieran demasiado avanzados como para que los ciudadanos de a pie pudieran marcar la diferencia.

Sin embargo, la historia y la vida cotidiana nos dicen algo diferente. La verdad es que los cambios significativos rara vez comienzan a escala global o en las esferas del poder. Más a menudo, comienzan de forma silenciosa, a nivel doméstico, cuando la gente común decide actuar. Una llamada telefónica, una comida entregada a domicilio o una conversación oportuna pueden no llegar nunca a ser noticia nacional, pero estos momentos pueden tener un efecto dominó que cambie vidas para siempre.

Aprendí esto por las malas durante mis décadas como agente encubierto de narcóticos en Washington D. C. Mi trabajo consistía en investigar operaciones de tráfico de drogas y llevar a los delincuentes ante la justicia. Sobre el papel, cada detención parecía un éxito. Pero después de años en el cargo, empecé a darme cuenta de que las detenciones por sí solas no cambiaban los problemas más profundos. Las familias rotas, la pobreza y la adicción no desaparecían cuando una persona iba a la cárcel. Comunidades enteras seguían viviendo con miedo e inestabilidad.

Como agente de policía, sabía que las detenciones eran necesarias. Las calles eran peligrosas y, si no hubiéramos hecho nuestro trabajo, el nivel de violencia y homicidios habría sido mucho peor. Las detenciones protegían a la comunidad, pero también sabía que, aunque detener a las personas podía sacarlas de las calles, no podía cambiar sus corazones.

Las personas que eran arrestadas seguían necesitando una transformación más profunda. Como pastor, he visto de primera mano que el cambio duradero solo se produce a través de la fe. Como agente, podía esposar a alguien, pero como pastor, veo a personas verdaderamente liberadas, en cuerpo, mente y espíritu.

Aprendí que esta transformación a menudo no comienza con el castigo, sino con la presencia de personas que deciden aparecer cuando otros están en crisis.

Pero la presencia solo tiene impacto si se responde con urgencia. Cuando alguien es lo suficientemente valiente como para pedir ayuda, el tiempo es importante. Si se encuentra con silencio o retrasos interminables, la confianza se evapora. Pero si la respuesta es inmediata, envía un mensaje: "Tú importas y no te dejaremos cargar con esto solo".

La ayuda no tiene por qué ser espectacular o costosa para ser transformadora. He visto familias mantenerse a flote con lo que equivale a unos doscientos dólares, suficientes para cubrir la compra, el transporte o una factura de servicios públicos. Para algunos, puede que no parezca mucho. Pero para el padre que no tiene que elegir entre la comida y el alquiler, o para el niño que llega a tiempo a la cita con el médico, significa estabilidad, esperanza y dignidad.

Nuestras comunidades son más diversas que nunca, lo que solo amplía las oportunidades de servir. En Washington D. C., he sido testigo de ello de primera mano a través de mi organización Boost Others, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a cubrir las carencias de las comunidades.

Recientemente conocimos a una familia de Egipto que se había mudado a Estados Unidos con sus cuatro hijos, entre ellos una hija de 13 años con cáncer. El transporte a las citas en el hospital se convirtió rápidamente en una carga abrumadora para esta familia, y ahí es donde Boost Others intervino y colaboró con socios locales para proporcionar a la familia un carro con el que poder llevar a su hija a las sesiones de tratamiento.

Familias como esta tienen cada una sus propias cargas, pero, en el fondo, sus necesidades son muy similares: alguien que las escuche, que responda con urgencia y que esté dispuesto a ayudarles.

Ahí es donde residen las oportunidades para todos nosotros. No es necesario dirigir una organización sin ánimo de lucro ni trabajar en las fuerzas del orden para marcar la diferencia. Ni siquiera es necesario resolver todos los problemas. Lo que se puede hacer es prestar atención. Preguntar por un vecino. Ofrecer llevar a alguien a una cita médica. Intervenir cuando un compañero de trabajo menciona discretamente sus dificultades económicas. A menudo, las mejores soluciones son sencillas, y el impacto más poderoso proviene de la constancia.

Es tentador pensar que solo los cambios políticos radicales o las donaciones benéficas masivas arreglarán lo que está mal en nuestro mundo. Pero ese pensamiento puede paralizarnos y llevarnos a no hacer nada. La realidad es que las comunidades prosperan cuando la gente común da pequeños pasos, una y otra vez. Una sola persona no puede resolver el caos global, pero una sola persona puede evitar que una familia se derrumbe. Y cuando suficientes personas adoptan esa mentalidad, el efecto colectivo es mayor de lo que podemos imaginar.

Puede que no podamos controlar los titulares, pero sí podemos controlar nuestra respuesta a ellos. Podemos elegir la compasión por encima del cinismo, la presencia por encima de la pasividad y la urgencia por encima de la demora. En un mundo que a menudo parece estar fuera de control, ese es el poder que está a nuestro alcance.

El caos es global, pero el cambio es local. Si cada uno de nosotros asumiera la responsabilidad en nuestro propio vecindario, descubriríamos que, aunque no podemos detener todas las tormentas, podemos hacer de nuestro rincón del mundo un lugar de refugio y esperanza.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.


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