Opinión
La historia es maestra de vida - Cicerón
Desde la antigüedad el conocimiento de la historia era apreciado y se consideraba indispensable para quienes ejercían el poder. Era usual en la oratoria de sus gobernantes el referirse al pasado. Pero esta memoria sobre los hechos acontecidos era imprescindible para nutrir al presente. Era como un oráculo que se consultaba. Sin el conocimiento de la historia no se reconocía sabiduría en el gobierno.
La interpretación sobre la historia también ha sido una piedra angular para los gobernantes modernos. Es cierto que los mitos históricos constituyen la deformación ideológica de los gobernantes, una "falsa conciencia". Sin embargo, esta realidad negativa convierte en más necesaria a la historia como "maestra de vida" según la señalara Cicerón, ese tribuno y político filósofo clásico a cuya obra no está por demás acercarse de vez en cuando.
Me entristece que nuestros actuales gobernantes en México exhiban un gran desconocimiento de la historia, tanto de la historia clásica universal como de la historia moderna y contemporánea, así como de la propia historia de México. En esto último la realidad es patética.
Le atribuyo grandes males a esta patente ignorancia de la historia mexicana. Si bien la mitología histórica nacional siempre ha sido reivindicada oficialmente, una versión ideológica tan escolar, tan pedestre, no la había observado antes y en todo el gobierno, algo que influye en el desastre vigente y en el que viene.
Pero es algo lastimoso en el caso de la presidente de México. Yo no negaría las buenas intenciones de Claudia Sheinbaum o de cualquier presidente contemporáneo, pero ignorar tan profundamente la historia de México como es el caso de ella perjudica su capacidad de gobierno.
Querer sostener una versión muy elemental y escolar de la mitología histórica mexicana está degradando la imagen de su gobierno, haciendo que impere propaganda de baja ralea y provocando que sus decisiones perjudiquen la calidad de gobierno, el desarrollo de la sociedad y la vigencia de una República que costó, para construirla, décadas de esfuerzos y de sangre.
Desde luego que el tema del pasado prehispánico y la Conquista ha llegado a niveles que muchos no dudamos en calificar de ridículos y absurdos, aunque eso es solo lo heredado del pasado sexenio que inauguró la versión kitch de nuestra historia antigua. Debemos ver ahora lo que esto ha significado en el terreno de la degradación de nuestro país en el ámbito educativo, en el deterioro urbano, en el estilo de gobierno, en la política exterior y en la cultura oficial vigente.
Al promover una historia deformada de la Conquista el gobierno hace que los niños y jóvenes entren en contradicción con su origen. Somos un pueblo mestizo; en la mayoría de nosotros corre sangre indígena y española o europea. Y la sangre indígena es múltiple. Sin la alianza con los tlaxcaltecas y otros pueblos indígenas, los españoles jamás hubieran podido vencer a los mexicas o aztecas que fueron un gran imperio.
8OO españoles y 100 mil guerreros tlaxcaltecas sitiaron a los mexicas y los vencieron. Cuando la caída de Tenochtitlán, el rencor de los tlaxcaltecas por las guerras floridas, los impuestos y los sacrificios humanos a sus dioses, provocó violaciones de mujeres mexicas por parte de ellos y algunos españoles; Cortés buscó controlar a sus tropas en ese caos de la derrota mexica.
Por lo demás, el primero en unión de criollos que aspiró a la Independencia de la Nueva España fue Martín Cortés, el hijo mestizo del Conquistador. Porque Nueva España no fue una colonia expoliada tipo africana, sino una provincia de Castilla y posteriormente del Reino español en su calidad de Virreinato.
Los españoles construyeron aquí hermosos templos y universidades, además de colegios para indígenas. Es una vergüenza que enseñen a los niños a odiar nuestro origen.
Los abusos de los encomenderos fueron denunciados por curas católicos e indígenas ilustrados y la monarquía española promulgó por ello las Leyes de Indias, el cual era un código muy equilibrado de justicia.
Recuerdo una anécdota del historiador y diplomático José Fuentes Mares -antes se enviaba como representantes de México a otros países a figuras de este calibre-, quien impartía una clase de historia de México en la Universidad de Madrid, entonces un alumno dijo: "Nosotros, que descendemos de los españoles...", al escucharlo el historiador lo detuvo y replicó: "Quienes descienden de los conquistadores somos nosotros los mexicanos, no ustedes".
Las tierras comunales de los indígenas y los monasterios católicos sufrieron la expropiación por parte de los liberales de Benito Juárez, en su afán de crear una burguesía progresista surgida casualmente de las filas de su partido. En el fondo fue un gran acto de corrupción que generó una guerra civil. Sin embargo, la versión oficial y el Hemiciclo a Juárez se respetan, por lo mismo el gobierno morenista debería mantener la prudencia y dejar descansar a los muertos.
Si se quiere una revisión histórica deberíamos reivindicar más ampliamente la memoria de los cadetes de Chapultepec y los Niños Héroes -formados en el Colegio Militar de corte prusiano fundado prácticamente por el coronel polaco Carlos Beneski-, del Batallón de San Patricio, de Mariano Paredes y del padre Jarauta, católicos todos ellos, quienes lucharon en la infausta guerra del 47, mientras hubo liberales que colaboraron con los invasores estadounidenses.
Perdimos la mitad de nuestro territorio en una guerra que el general Ulises Grant calificó de "la más injusta de la historia". Y, sin embargo, nadie ha tenido la ocurrencia de exigir al actual gobierno estadounidense que pida perdón como se hizo con España, cuando durante la Conquista en estricto sentido ni existían como tales México ni España.
Es hora más bien de pedir a la presidente Claudia Sheinbaum que restituya la hermosa estatua de Cristóbal Colón a su lugar en el Paseo de la Reforma, esa estatua conmemora un hecho histórico determinante para la humanidad: el descubrimiento de América, obra del valiente navegante genovés. Esa estatua ha sido parte de la imagen urbana citadina y es un abuso absurdo haberla quitado.
También se debe respetar la condición histórica de la entrada de Chapultepec, la Avenida Reforma, la Alameda y el Zócalo capitalino y, por tanto, se deben quitar los antihigiénicos puestos de fritangas, de venta de contrabando chino, de las delincuenciales estatuillas de la Santa Muerte, etcétera, de los fumaderos autorizados de marihuana, con lo que se ha privatizado el espacio histórico más importante de la Ciudad de México. Ni Claudia Sheinbaum ni Clara Brugada tienen derecho a permitir y auspiciar este atentado y descomposición contra nuestra Ciudad.
Se debe analizar si se deben quitar las estatuas de alguien como Pancho Villa, quien auspició o cometió asesinatos, violaciones y saqueos, al margen del vínculo que pudieron tener otros generales no involucrados en ello como Felipe Ángeles o Nicolás Rodríguez.
Si se conociera la historia, en lugar de mencionar mal el Himno Nacional -nunca se ha dicho ni dirá "soldadas", porque ni en la Francia woke de Macron nadie se ha atrevido a modificar la letra de La Marsellesa-, se podría haber advertido que la invasión de la fuerza expedicionaria del general Pershing para buscar a Pancho Villa durante los aciagos días de la Revolución mexicana, no tuvo ningún éxito, así como tampoco el desembarco estadounidense en Veracruz.
Claudia Sheinbaum no le da importancia tampoco a la historia contemporánea de México, ni siquiera a la de su tiempo. Una vez declaró al referirse a su activismo estudiantil en el CEU que protagonizó una huelga en la UNAM -inútil a mi parecer-, lo siguiente: "Entre el movimiento del 68 y nosotros (el CEU) no hubo nada en el movimiento estudiantil". De un plumazo borró a la Generación del 71, cuya inauguración en la vida política fue la agresión y matanza de estudiantes protagonizadas por los Halcones de Luis Echeverría.
Con sus errores y graves equívocos, el conjunto de estudiantes de esa década de los 70 abrió las puertas de hierro del régimen priista y dio origen a un proceso que duró casi cuarenta años para que Morena pudiera asumir el poder y hacernos retroceder, ya no a ese echeverrismo sino al caudillismo callista condenado por ilegítimo por la Historia con mayúsculas, esa maestra que necesita la presidente Claudia Sheinbaum si quiere ser una verdadera protagonista y trascender.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times
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