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(Treecha/Shutterstock)

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¿Es la IA una herramienta o un caballo de Troya? Por qué me preocupa la mente de nuestros niños

OPINIÓNPor Daniel G. Amén
2 de agosto de 2025, 3:47 p. m.
| Actualizado el2 de agosto de 2025, 9:48 p. m.

Opinión

¿Ha visto a Ani, de Grok?

Es la chica anime creada por la IA de Elon Musk, diseñada para ser una compañera virtual. Una novia digital que coquetea, halaga tu ego y hace casi todo lo que le pides. A simple vista, parece una novedad inofensiva.

¿Pero qué hay debajo? Es un canto de sirena, diseñado para secuestrar a toda una generación de jóvenes antes de que aprendan a usar su propio cerebro. Es una esclava porno personalizada y una potente destructora de la dopamina, una hormona natural a menudo conocida como la "hormona de la felicidad".

Estaba en el podcast "El diario de un CEO" con Steven Bartlett cuando nos lo puso. En cuanto escuché su voz —dulce, seductora, infinitamente complaciente— sentí una oleada de preocupación en el pecho. No era solo un truco. Era adicción como servicio, disfrazada de anime y alimentada por las mismas herramientas en las que una vez confiamos para ayudarnos a escribir, aprender y pensar.

Era como ver el caballo de madera entrar en Troya, pero en lugar de soldados, traía destructores de dopamina.

Una vez más, hemos abierto las puertas del granero y hemos dejado entrar a la bestia en nuestras escuelas, hogares y lugares de trabajo sin siquiera detenernos a preguntarnos: ¿Es esto un regalo... o un caballo de Troya lleno de peligros?

Ya lo hemos visto antes. Con los videojuegos. Con los teléfonos inteligentes. Con las redes sociales. Con las benzodiazepinas, el alcohol, la marihuana, los opioides, la psilocibina e incluso los edulcorantes artificiales.

Aceptamos la comodidad antes de comprender las consecuencias.

Ahora lo estamos haciendo de nuevo, con una herramienta que no solo entretiene o adormece, sino que sustituye el acto mismo de pensar. Y el costo puede ser nada menos que una crisis en el desarrollo cerebral.

Un reciente estudio del MIT utilizó la electroencefalografía (EEG) para examinar qué ocurre en el cerebro cuando las personas utilizan herramientas de IA como ChatGPT. Los resultados fueron escalofriantes. La actividad cerebral disminuyó, especialmente en los lóbulos prefrontales y temporales, las áreas responsables de la resolución de problemas, la planificación, la memoria y el lenguaje. Incluso después de eliminar la IA, los participantes que la habían utilizado mostraron una actividad cerebral persistentemente más baja. Esta caída persistente, denominada "deuda cognitiva", es inquietantemente similar a los patrones que observamos en los jóvenes saturados de pantallas o en el deterioro cognitivo precoz.

Entonces, ¿qué está pasando aquí? Estamos descargando las partes difíciles del pensamiento. Y cuando dejamos de esforzarnos, el cerebro deja de crecer. Cuando externalizamos, nos atrofiamos.

¿Podría esto conducir a la demencia?

Suena dramático, pero basándonos en todo lo que sabemos sobre la reserva cerebral, no es descabellado.

El Estudio de las Monjas, un estudio longitudinal histórico, demostró que la complejidad de la escritura en la primera infancia predecía la salud cognitiva en la vejez. Cuanto más esfuerzo dedicaban al pensamiento y más rico era su lenguaje en la juventud, menos probabilidades tenían estas mujeres de desarrollar Alzheimer, incluso cuando sus cerebros mostraban patologías.

Ahora imagina una generación de estudiantes copiando y pegando contenido generado por IA en lugar de esforzarse por escribirlo ellos mismos. ¿Qué reservas están acumulando? ¿Qué andamios están perdiendo?

No hace falta esperar 60 años para averiguarlo. Las señales ya están ahí: Reducción de la motivación, embotamiento emocional, debilitamiento de la memoria, aprendizaje pasivo.

Cuando ChatGPT se convierte en tu primer cerebro, tu propio cerebro pasa a un segundo plano.

Los padres de Silicon Valley ya están preocupados

Irónicamente, las personas que crean estas herramientas no dejan que sus hijos se acerquen a ellas. Muchos altos ejecutivos del sector tecnológico tienen contratos estrictos con sus niñeras en los que prohíben el uso de la tecnología. Cero tiempo frente a la pantalla. No se permiten teléfonos, tabletas ni televisores a la vista de los niños. A algunas niñeras se les prohíbe utilizar sus propios dispositivos mientras están trabajando. El incumplimiento de estas normas puede suponer el despido.

¿Por qué?

Porque conocen la verdad.

Saben que la atención es moneda de cambio.

Saben que la comodidad embota la cognición.

Y no quieren que sus hijos caigan en la trampa de las mismas herramientas que ellos mismos ayudaron a crear. Estas mismas familias también incluyen normas alimentarias detalladas en los contratos: Solo productos orgánicos, sin azúcar, sin aperitivos procesados. Porque lo que alimentas al cerebro también importa. Protegen a sus hijos como si fueran de la realeza. Y quizá deberíamos preguntarnos por qué.

Lo que corremos el riesgo de perder

El uso incontrolado de la IA podría erosionar:

- La fortaleza mental (menos carga cognitiva = circuitos neuronales más débiles)

- La motivación y el impulso (los sistemas de dopamina requieren retos)

- El aprendizaje profundo y la memoria (sin fricción = sin retención)

- La resiliencia (el cerebro crece a través de la lucha, no de los atajos)

- La curiosidad (las respuestas instantáneas matan la capacidad de asombro)

- La creatividad (¿por qué imaginar cuando el bot lo hace por ti?)

¿El resultado? Una sociedad de mentes pasivas, estudiantes con déficit de dopamina, alumnos frágiles y adultos emocionalmente desconectados, muchos de los cuales nunca han desarrollado la musculatura neuronal necesaria para afrontar la complejidad, el fracaso o los retos.

Y sí, a largo plazo, esto puede aumentar el riesgo de demencia, depresión e indefensión aprendida.

Entonces, ¿qué debemos hacer?

Me encanta la IA. La uso. La utilizo para enseñar. La utilizamos para leer nuestros escáneres SPECT cerebrales. Creo que es el futuro.

Pero debe servir a nuestras mentes, no sustituirlas.

Así es como:

1. Utiliza la IA para amplificar el pensamiento, no para evitarlo.

2. Alterna entre tareas asistidas por IA y tareas que solo requieran el uso del cerebro.

3. Enseña a los niños a escribir primero con lápices y luego con bots.

4. Haz un seguimiento de tus propios hábitos cognitivos: ¿Cuánto estás pensando realmente?

5. Hazte una pregunta al día: «¿Esto es bueno o malo para mi cerebro?».

No estoy en contra de la IA. Estoy en contra de la pasividad. Porque cuando pierdes la lucha, pierdes el crecimiento. Y cuando dejas de usar tu cerebro, este se atrofia.

No es alarmismo, es amor. Por los niños. Por el futuro. Por las mentes que aún estamos formando. El caballo ya ha salido del establo. No esperemos a que pisotee lo que más importa.

Construyamos un futuro en el que la tecnología amplíe la cognición, no la borre. Donde la IA sea el segundo cerebro, nunca el primero.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.


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