Oficiales del Ejército Popular de Liberación de China (EPL) en el edificio Bayi de Pekín, el 16 de agosto de 2016. (Mark Schiefelbein/Pool/AFP a través de Getty Images).

Oficiales del Ejército Popular de Liberación de China (EPL) en el edificio Bayi de Pekín, el 16 de agosto de 2016. (Mark Schiefelbein/Pool/AFP a través de Getty Images).

Cómo puede contrarrestar Estados Unidos la guerra encubierta y sin restricciones del PCCh

Parte 2: Estados Unidos debe reconocer plenamente la ambición del PCCh de derrotarlo y tomar medidas preventivas para defender al pueblo estadounidense

CHINAPor Shen Zhou
20 de agosto de 2025, 3:53 p. m.
| Actualizado el20 de agosto de 2025, 3:53 p. m.

Opinión

Esta serie, "Cómo Estados Unidos puede contrarrestar la guerra encubierta y sin restricciones del PCCh", analiza cómo Estados Unidos puede disuadir la estrategia de guerra sin restricciones del régimen chino, un ataque multifacético llevado a cabo sin límites morales. Lo invitamos a leer también la primera parte.

Guerra de información y disturbios sociales

En los últimos años, algunas de las protestas ocurridas en la sociedad estadounidense mostraron indicios de participación encubierta del Partido Comunista Chino (PCCh). Grupos radicales aprovecharon estas situaciones para incitar la violencia y promover la anarquía en ciertas regiones, alterando el orden social.

Si el PCCh lanzara una guerra total contra Estados Unidos, probablemente intentaría explotar facciones extremistas violentas dentro del país. Bajo el disfraz de protesta, el régimen chino podría fomentar divisiones sociales más profundas mientras emplea agitadores contratados para ejecutar sus tácticas características —asalto, vandalismo y saqueo— con el fin de sembrar miedo, desestabilizar comunidades y provocar el caos a nivel nacional.

El PCCh ha utilizado estas tácticas con habilidad en los últimos años. En noviembre de 2023, durante la visita del líder del PCCh, Xi Jinping, a San Francisco, Beijing orquestó ataques dirigidos a disidentes chinos que protestaban cerca del lugar del evento. Estas acciones fueron organizadas y premeditadas, con el objetivo de provocar enfrentamientos e intimidar a activistas pro-democracia.

Tras regresar a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump actuó rápidamente para frenar la inmigración ilegal, lanzando deportaciones masivas, especialmente de personas con antecedentes penales, para prevenir posibles disturbios. Al mismo tiempo, Estados Unidos implementó controles más estrictos sobre las solicitudes de visa de estudiantes procedentes de China y comenzó a focalizar instituciones con vínculos estrechos con Beijing, con el objetivo de bloquear diversas formas de espionaje del PCCh.

El PCCh ha infiltrado informantes y reclutado cómplices dentro de las comunidades chino-estadounidenses, quienes podrían ser movilizados para causar disturbios. Sin embargo, es probable que algunos de estos individuos ya estén bajo vigilancia del FBI. Los consulados y embajadas chinas podrían funcionar como centros de comando para tales operaciones, lo que hace que la red más amplia sea rastreable. Con un monitoreo cuidadoso de sus actividades, toda la estructura podría ser potencialmente expuesta y desmantelada.

El PCCh también ha influido en algunos medios de comunicación de EE. UU. En momentos críticos, estos medios pueden difundir información falsa y narrativas contra el gobierno estadounidense para generar presión pública. Algunos de estos medios ya han participado en las campañas de represión transnacional del PCCh. Además, existen pruebas de que el PCCh ha intentado explotar el sistema legal estadounidense e influir en funcionarios del gobierno para ampliar su represión y avanzar en su agenda.

En respuesta a los extensos esfuerzos de infiltración del PCCh, el Congreso de EE. UU. redacta la legislación correspondiente. Sin embargo, también debería actuar con rapidez para elaborar y aprobar una ley integral de respuesta de emergencia en tiempo de guerra. Tal normativa otorgaría al gobierno autoridad oportuna para tomar decisiones contundentes y legales ante un conflicto inminente, permitiendo una acción rápida para contrarrestar cualquier forma de guerra sin restricciones que lleve a cabo el régimen chino.

Las agencias estadounidenses, como el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional y la CIA, deberían trabajar en estrecha colaboración para desmantelar la red del PCCh de espías, informantes, operativos, agentes de acción y cómplices. La Guardia Nacional debería estar preparada para una rápida movilización en apoyo a las fuerzas del orden y desplegada cerca de infraestructuras críticas para garantizar una respuesta oportuna y efectiva ante posibles ataques terroristas o incidentes violentos repentinos.

Guerra biológica y con drogas

Considero que el brote de COVID-19 a finales de 2019 y principios de 2020 —aquí denominado "virus del PCCh"— fue utilizado por el régimen chino como un ensayo de facto de guerra biológica contra Estados Unidos y otras naciones occidentales. La táctica de Beijing fue directa: ocultar deliberadamente el brote, retrasar las alertas oportunas a la comunidad internacional y permitir que los infectados viajaran al extranjero, propagando el virus del PCCh sin control.

A medida que se expandía el virus, China compró grandes cantidades de equipos de protección en mercados globales, generando escasez. Esto obligó a muchos países a adquirir suministros —a menudo mascarillas y kits de prueba de calidad inferior— de China. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino coordinó la distribución de estos materiales y los utilizó como herramienta diplomática, ejerciendo presión indirecta para que las naciones no criticaran a China por no contener el COVID-19 y, en cambio, expresaran agradecimiento.

A pesar de las lecciones dolorosas, aún no ha existido un esfuerzo internacional a gran escala para responsabilizar al Partido Comunista Chino o exigir compensación. En consecuencia, Beijing ha evadido en gran medida su responsabilidad. El PCCh sigue sin cooperar con las investigaciones sobre el origen del virus y continúa culpando a Estados Unidos siempre que es posible. Si la comunidad internacional no aprende de estos hechos, el PCCh se volverá cada vez más audaz y actuará con mayor imprudencia.

Se reportaron recientemente casos de ciudadanos chinos que supuestamente intentaron enviar bacterias o virus a Estados Unidos o introducir muestras biológicas y químicas peligrosas. Estos incidentes podrían formar parte de las tácticas del PCCh previas a la guerra, preparando el terreno para posibles ataques biológicos. También existen preocupaciones de que China podría manipular productos farmacéuticos exportados a Estados Unidos.

En respuesta, la administración Trump ha impulsado activamente la reubicación de la fabricación de productos farmacéuticos de regreso a Estados Unidos, no solo para garantizar la autosuficiencia militar y civil, sino también para protegerse contra el riesgo de contaminación o sabotaje por parte del PCCh.

Estados Unidos también está bloqueando activamente a individuos y entidades chinos de comprar tierras estadounidenses debido a preocupaciones de que algunas ubicaciones podrían usarse para operaciones encubiertas. Esto podría incluir el desarrollo secreto de armas biológicas o el ensamblaje de drones explosivos, similares a las tácticas vistas en la guerra entre Rusia y Ucrania. Dichos drones podrían adaptarse para dispersar virus, bacterias u otros agentes nocivos, representando una seria amenaza para la seguridad nacional.

La capacidad del gobierno estadounidense para responder a la guerra biológica del PCCh sigue siendo limitada y debe elevarse con urgencia en la agenda nacional. Esto va mucho más allá de prevenir la próxima pandemia; también se requiere una preparación seria frente a la posibilidad de ataques biológicos estratégicos.

La guerra del PCCh basada en fentanilo contra Estados Unidos ha estado en curso durante años. Según datos provisionales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., se estima que ocurrieron 82,138 muertes por sobredosis de drogas durante el período de 12 meses que terminó en enero de 2025. Esto representa un aumento de 1.400 muertes en comparación con los 12 meses anteriores que finalizaron en diciembre de 2024. Aunque la cifra sigue siendo inferior al máximo de 114,664 muertes por sobredosis registrado en agosto de 2023, algunos investigadores consideran preocupante este repunte tras un período de descenso.

El 1 de febrero, Trump emitió una orden ejecutiva que impone un arancel del 10 por ciento sobre todas las importaciones chinas, además de los aranceles existentes, para frenar el flujo de fentanilo y otras drogas ilícitas hacia Estados Unidos. Sin embargo, dado que las autoridades del PCCh muestran poco interés por el bienestar del pueblo chino, los aranceles por sí solos podrían no ser suficientes para detener la crisis. Se requieren estrategias más contundentes y focalizadas para contrarrestar este ataque intencional y en curso.

Observaciones finales

El PCCh ha soñado durante mucho tiempo con derrocar a Estados Unidos y ya lanzó diversas formas de guerra sin restricciones más allá del enfrentamiento militar.

En respuesta, Estados Unidos está reorganizando sus fuerzas armadas para fortalecer la disuasión. Si la guerra parece inminente, podrían justificarse ataques preventivos. No obstante, la naturaleza encubierta de las tácticas del PCCh hace que sean difíciles de prever y contrarrestar.

Estados Unidos debe reconocer plenamente la ambición del PCCh de derrotarlo. Aunque fortalecer las defensas es necesario, sigue siendo una medida pasiva. Para contrarrestar verdaderamente la amenaza, Washington y sus aliados deberían adoptar una estrategia más proactiva y completa en los ámbitos político, económico y estratégico. La solución más eficaz sería que Estados Unidos y sus aliados ayudaran al pueblo chino a desmantelar al PCCh lo antes posible.


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