Opinión
En una época en la que la diplomacia tradicional a menudo flaquea entre compromisos de ayuda interminables y alto al fuego efímeros, se está gestando un enfoque novedoso bajo la Administración Trump. ¿Y si la paz no fuera solo un objetivo idealista, sino un modelo de negocio estructurado? Imaginemos resolver décadas de conflicto combinando alto al fuego con infraestructuras generadoras de ingresos: ferrocarriles que desvían el comercio, derechos mineros que impulsan la reconstrucción o puertos que garantizan una influencia a largo plazo.
Esta es la esencia de lo que se podría denominar el manual de "corredores para la paz", una estrategia que Estados Unidos ya desplegó —y reveló— en tres continentes en los últimos meses. Desde los yacimientos minerales de Ucrania hasta el cinturón de cobre de África Central y una nueva ruta de tránsito en el Cáucaso Meridional, estos acuerdos enfatizan públicamente la reconciliación, mientras que en privado remodelan la geografía estratégica para favorecer los intereses estadounidenses, marginar a los rivales y pasar de la dependencia de la ayuda a unos lazos económicos autosuficientes.
El plan coherente
En conjunto, revelan lo que parece ser un manual repetible. En su núcleo se encuentra un intercambio de seguridad por economía: detener las hostilidades a cambio de acceso a activos generadores de beneficios. Esto se combina con la supervisión exclusiva de Estados Unidos o los derechos de desarrollo sobre los corredores, los fondos o los sectores de recursos, y el desvío deliberado de la cadena de suministro para disminuir la influencia de adversarios como Rusia, China o Irán.Consideremos el acuerdo minero entre Ucrania y Estados Unidos, formalizado en abril de 2025, que establece un Fondo de Inversión para la Reconstrucción que obtendrá el 50 por ciento de las futuras regalías del uranio, el litio, los elementos de tierras raras y otros minerales críticos para financiar la recuperación posguerra, con Estados Unidos obteniendo acceso prioritario y supervisión. En la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda, un pacto de junio de 2025 negociado por Washington vincula la retirada de las tropas y el fin del apoyo a los rebeldes a la inversión occidental en las cadenas de suministro de cobalto, cobre y litio, abriendo la región de los Grandes Lagos al capital respaldado por Estados Unidos y creando una alternativa al dominio de China. Mientras tanto, el acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán de agosto de 2025 incluye el corredor "Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional" (TRIPP), que concede a Estados Unidos derechos exclusivos de desarrollo durante 99 años sobre una vía de tránsito que elude las rutas rusa e iraní, comprometiendo a ambas naciones al respeto territorial y la no injerencia. Estas iniciativas abarcan diversos conflictos, pero siguen la misma arquitectura: la paz ligada al beneficio, con Estados Unidos al timón.
El discurso público
Públicamente, el discurso es de triunfo y prosperidad. Los apretones de manos y las ceremonias dominan la imagen, y el presidente Donald Trump describe el acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán como un cambio "histórico" en el que antiguos enemigos "van a ser amigos durante mucho tiempo". El secretario de Estado Marco Rubio se hizo eco de estas palabras y celebró su potencial para la prosperidad regional. El ministro de Asuntos Exteriores de Ruanda, Olivier Nduhungirehe, calificó el acuerdo como un punto de inflexión. Para muchos de los implicados, este planteamiento es genuino: un imperativo moral para poner fin al sufrimiento. Sin embargo, enmascara mecanismos más profundos.Fundamentos estratégicos
Bajo la superficie, estos acuerdos están diseñados con una profundidad estratégica. Incorporan a las empresas estadounidenses en puntos estratégicos, desde las líneas ferroviarias africanas hasta los pasos del Cáucaso, al tiempo que desvían el comercio de sus competidores. El modelo de financiación pasa de la ayuda infinita a la autofinanciación: las regalías mineras y los peajes mantienen la estabilidad, creando incentivos que solo perduran si se mantiene la paz.Esto alinea los intereses de todas las capas: ingresos locales para la estabilidad; la influencia de Estados Unidos para garantizar la seguridad de la cadena de suministro, negar a sus rivales el control de activos clave y obtener influencia diplomática; y la demostración global de la capacidad de negociación de Estados Unidos. Una cuarta capa crucial es la durabilidad: a diferencia de la ayuda, potencialmente volátil, estos motores económicos, según sus defensores, generarían un valor continuo, lo que haría más costoso el retroceso para todas las partes.
Éxitos y limitaciones
El éxito del modelo depende del pragmatismo. Florece cuando los líderes dan prioridad al compromiso sobre el absolutismo, como en los Acuerdos de Camp David de 1978 —tierra por paz— o los Acuerdos de Abraham de 2020 —normalización a través del comercio y la tecnología, eludiendo las disputas fundamentales—. Por el contrario, el actual estancamiento de Ucrania —la exigencia de Kiev de la devolución total del territorio frente a la insistencia de Moscú en la neutralidad y las anexiones— ilustra sus límites, a pesar de la promesa del fondo mineral. Veremos qué sucede tras la reunión entre Trump y Putin en Alaska.Enfoques anteriores de EE. UU.
Para comprender el cambio, comparemos el modelo de "corredores para la paz" con las estrategias anteriores de EE. UU.Bajo el mandato de George W. Bush, los esfuerzos por la paz solían traducirse en invasiones y reconstrucción nacional —pensemos en Irak y Afganistán— con despliegues masivos de tropas, costos de billones de dólares y escasa relación entre la estabilidad y los beneficios económicos locales.
Barack Obama dio un giro hacia la diplomacia, las sanciones y los acuerdos multilaterales como el JCPOA —que intercambiaba el levantamiento de las sanciones por el cumplimiento de los acuerdos—, pero sin intereses económicos estadounidenses que respaldaran los resultados, lo que dejaba los acuerdos vulnerables a los cambios políticos.
Joe Biden siguió con la ayuda y las sanciones impulsadas por coaliciones, como en Ucrania, canalizando miles de millones sin mecanismos de autofinanciación para que la paz fuera rentable para todas las partes.
Incluso los Acuerdos de Dayton de Bill Clinton recurrieron a la fuerza de la OTAN y a reformas institucionales, pero no a activos generadores de ingresos para garantizar la estabilidad.
El nuevo enfoque da un giro: negociar acuerdos en los que la paz sea rentable, mediante la distribución de beneficios, la supervisión de Estados Unidos y la marginación de los rivales. Es pragmático, consciente de los costos y orientado a los intereses, aunque los críticos advierten que puede sacrificar reformas de gobernanza más profundas a cambio de victorias a corto plazo.
Enfoques globales contrastados
Esta estrategia estadounidense se diferencia de la de sus competidores. La iniciativa china de "la Franja y la Ruta" hace hincapié en los préstamos irrecuperables para ganar influencia, lo que fomenta la dependencia, pero es vulnerable a los cambios de poder, como se evidencia en los USD 3 mil millones anuales de ayuda de Beijing, que contrastan con la escasa ayuda nacional para paliar las inundaciones. Rusia congela los conflictos mediante fuerzas de paz para mantener el control, pero carece de anclas económicas. La UE ofreció a los países europeos incentivos para la adhesión vinculados a reformas. La ONU supervisa los altos el fuego sin mecanismos de ingresos. La ventaja estadounidense radica en la transparencia: acuerdos explícitos y exigibles en los que la paz genera beneficios y se recompensa la colaboración con previsibilidad, a diferencia de las tácticas opacas o coercitivas de sus rivales.Debates y divisiones
A nivel nacional, el debate se recrudece entre las diferentes ideologías. Los defensores lo aclaman como eficiente, ya que pone fin a las guerras sin tropas, recorta la ayuda y contrarresta a los rivales. Los detractores lo tachan de imperialismo encubierto, que pone en peligro la soberanía y sacrifica los derechos humanos. El premio Nobel congoleño Denis Mukwege calificó el acuerdo de la RDC como una "rendición escandalosa". Esta tensión refleja cuestiones más amplias: ¿Es sostenible la paz transaccional o es un precedente peligroso?Mirando hacia el futuro: predicción de las próximas fronteras
Al examinar el acuerdo sobre los minerales de Ucrania, el marco de Ruanda y la RDC y el corredor de Armenia y Azerbaiyán, se puede observar que todos ellos dependen de la convergencia de seis condiciones distintas. Se podría utilizar como herramienta de diagnóstico para evaluar la posible aplicabilidad del modelo de corredores para la paz en otras zonas de conflicto, identificando tanto las oportunidades de éxito como los riesgos de fracaso.1. Actores transaccionales: Ambas partes deben estar dispuestas a intercambiar concesiones por beneficios concretos. Cuando los líderes se aferran a demandas maximalistas, como en Ucrania, no hay margen para el compromiso.
2. Activo estratégico: Un puerto, un corredor o un recurso que genere ingresos estables. Esta ancla económica es lo que hace que la paz se refuerce por sí misma.
3. Papel ejecutable de Estados Unidos: Estados Unidos debe tener la capacidad de supervisar o garantizar el componente económico del acuerdo, de modo que su cumplimiento reporte beneficios tangibles.
4. Desplazamiento de rivales: El acuerdo debe expulsar a un competidor, ya sea la Franja y la Ruta de China, la influencia regional de Rusia o el acceso comercial de Irán.
5. Aceptación de la coalición: Los aliados que invierten junto a Estados Unidos reparten el riesgo y refuerzan el compromiso.
5. Beneficios políticos internos: Una victoria visible para los votantes —puestos de trabajo, comercio o fuentes de ingresos— que mantenga el apoyo en el país.
Cuando se aplican estos filtros al panorama mundial, pueden empezar a surgir posibles puntos conflictivos.
Conclusión: ¿una nueva era de diplomacia transaccional?
En conclusión, este manual no es infalible, es solo una herramienta que prospera cuando los incentivos están alineados y se tambalea ante la intransigencia.Sin embargo, en un mundo de alianzas cambiantes y competencia creciente, Estados Unidos apuesta por que aún puede hacer de la mesa de negociaciones un lugar en el que ambas partes salgan ganando, y en el que Estados Unidos salga ganando un poco más. Que esa apuesta dé sus frutos no depende solo de la habilidad de los negociadores, sino quizás también de cuánto tiempo pueda aguantar el pegamento económico antes de que los rivales intenten separarlo.
El tiempo revelará si este enfoque remodela el orden mundial para siempre. Por ahora, señala un cambio en la diplomacia estadounidense, en la que la paz está ligada a los dividendos económicos.
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