Una enfermera sostiene una vacuna contra COVID-19 en una fotografía de archivo en Miami, Florida. (Joe Raedle/Getty Images)

Una enfermera sostiene una vacuna contra COVID-19 en una fotografía de archivo en Miami, Florida. (Joe Raedle/Getty Images)

Las vacunas de ARNm no son la única respuesta y eso es positivo

Cuando se trata de la tecnología de ARNm aplicada a las vacunas, no se trata de abandonarlas, sino de dimensionarlas adecuadamente

OPINIONES DE SALUD

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13 de octubre de 2025, 7:19 p. m.
| Actualizado el13 de octubre de 2025, 7:19 p. m.

Opinión

La operación Warp Speed demostró que la ciencia puede avanzar a una velocidad vertiginosa, proporcionando una vacuna contra COVID-19 en un tiempo récord mediante el uso de herramientas de ARNm. Esa velocidad fue un triunfo, pero la velocidad por sí sola no debe determinar qué tecnologías se convierten en la norma o dominan el futuro.

La decisión del secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr., de cancelar casi 500 millones de dólares en subvenciones para vacunas de ARNm es una señal de que todas las plataformas tienen puntos fuertes y limitaciones y que nuestras políticas de salud pública deben equilibrarlas con prudencia. Nos recuerda que las vacunas de ARNm no son la única respuesta y eso es algo positivo.

Las medidas del secretario Kennedy no suponen un rechazo a la tecnología del ARNm. Su decisión se aplica específicamente a las vacunas, no al papel del ARNm en el tratamiento del cáncer u otras enfermedades graves.

Siempre queremos que nuestras intervenciones médicas sean lo más seguras posible, pero cuando a una persona ya se le ha diagnosticado una enfermedad, nuestra tolerancia a los posibles efectos secundarios es mayor. La ecuación riesgo-beneficio de las vacunas es diferente, porque normalmente son las personas sanas las que las reciben.

Durante la pandemia de COVID-19, se administraron cientos de millones de dosis de vacunas en un breve período de tiempo. Cualquier campaña de este tamaño, que se dirige principalmente a una población sana, debe elevar el listón de la seguridad. Incluso los efectos secundarios raros se convierten en resultados seguros cuando se aplican a gran escala.

La medida del secretario Kennedy nos permitirá reequilibrar nuestra cartera de vacunas. La prisa por responder a la crisis pandémica hizo comprensible el predominio de las tecnologías de ARNm. Pero ese énfasis desplazó a otros enfoques, desde las vacunas tradicionales de subunidades proteicas, hasta las plataformas basadas en adenovirus, pasando por los péptidos sintéticos emergentes y los métodos basados en el ADN, que pueden ofrecernos lo mejor de ambos mundos, tanto en velocidad como en durabilidad.

Las diferentes enfermedades plantean diferentes retos. Algunas requerirán medidas rápidas. Otras se abordan mejor haciendo hincapié en la estabilidad a largo plazo y minimizando los efectos secundarios. Un sistema de salud pública preparado, tiene a su disposición múltiples herramientas y elige la más adecuada para cada caso. No debe guiarse principalmente por el impulso generado en respuesta a la última emergencia.

Se trata tanto de confianza como de ciencia. Las reacciones a la vacuna contra COVID-19 y los métodos utilizados para crearla se convirtieron en piedras angulares de la identidad política de muchas personas. Un análisis honesto de las medidas adoptadas durante la pandemia, debe reconocer que se dejaron de lado estrategias alternativas prometedoras, una decisión que nos costó opciones viables.

Un reciente ensayo de fase 3 publicado en The Lancet EClinicalMedicines destaca los problemas que causó este enfoque. El estudio evaluó la UB-612, una vacuna multitópica de proteína-péptido contra COVID-19, en comparación directa con vacunas de ARNm, adenovirus e inactivadas. El UB-612 tuvo un rendimiento similar al de sus competidores de ARNm y en algunos aspectos mejor, mostrando respuestas inmunitarias robustas y duraderas, una amplia activación de las células T y una menor tasa de eventos adversos sistémicos.

Sin embargo, a pesar de estos resultados prometedores, el UB-612 nunca recibió el mismo apoyo federal ni la misma prioridad regulatoria que las plataformas de ARNm durante la pandemia. Los autores señalaron que las políticas y las fuerzas del mercado limitaron la diversificación, dejando de lado herramientas viables.

Aunque la crisis de COVID-19 ha remitido, la plataforma de ARNm sigue siendo la opción predeterminada en Estados Unidos. Esto es así a pesar de que actualmente existen tecnologías alternativas disponibles, en desarrollo o ya en uso en el extranjero. Desde hace años, el resto del mundo considera el desarrollo de vacunas de ARNm no como un objetivo final, sino como un puente hacia una tecnología mejor y más limpia. Nuestra hiperconcentración en el ARNm nos ha dejado vulnerables no solo a las limitaciones de depender de un único enfoque, sino también a la polarización política que lo rodea.

Las medidas del secretario Kennedy envían una señal clara de que otras plataformas de vacunas deben tener un lugar en la mesa. Es una medida a favor de la ciencia, al tiempo que se opone a la captura científica. Una distribución más equilibrada de la financiación federal para vacunas, reforzará tanto nuestra preparación como la confianza del público.

Cuando se trata de la tecnología de ARNm aplicada a las vacunas, no se trata de abandonarlas, sino de dimensionarlas adecuadamente. Debemos ser deliberados sobre cómo y cuándo las utilizamos. Debemos combinarlas con una inversión sólida en otras tecnologías de vacunas, de modo que cuando surja la próxima amenaza, no nos veamos limitados a una única herramienta.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.


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