Opinión
El destino de la administración Trump, y quizás de los republicanos en el Congreso, depende de cómo se sientan los estadounidenses respecto a la economía. Y ahora mismo, es difícil encontrar a alguien que pueda decir con seguridad qué demonios está pasando.
El 20 de noviembre ofreció un nuevo recordatorio del caos. Como señaló The Wall Street Journal: "Las acciones cedieron las ganancias y cerraron con una fuerte caída tras una jornada de negociación frenética que comenzó después de que Nvidia publicara sólidos resultados. El Nasdaq Composite lideró la caída de los índices tras subir más del 2 % en la jornada. Cerró con una baja del 2.2 %. Nvidia cedió una ganancia aún mayor y cerró la jornada con una caída del 3.2 %».
¿A qué se debe este cambio de tendencia? Porque los inversores sospechan que, de hecho, existe una burbuja de inteligencia artificial.
No es un miedo descabellado. La historia demuestra que toda tecnología transformadora, desde los automóviles hasta internet, inspira oleadas de especulación. La presencia de una burbuja no significa que la tecnología no sea revolucionaria; simplemente significa que la publicidad inicial suele arrasar tanto con los ganadores como con los condenados. Por cada Henry Ford, hubo docenas de fabricantes de automóviles olvidados. Lo mismo ocurrió en la era de las puntocom: Pets.com desapareció, pero internet continuó reorganizando la vida moderna.
Igor Omilaev/Unsplash.comLa inteligencia artificial inspira la misma mezcla de entusiasmo y temor. Algunas empresas podrían no alcanzar los márgenes que justifiquen el frenesí inversor actual. OpenAI, aunque no cotiza en bolsa, es el núcleo de innumerables alianzas con grandes empresas como Oracle y Nvidia. Si fracasa, el impacto podría repercutir en todo el mercado.
Las cifras que alimentan el optimismo actual son asombrosas. Como informó The New York Times: "No sería exagerado describir este período de crecimiento hiperactivo en la industria tecnológica como un momento histórico. Nvidia, fabricante de chips informáticos esenciales para el desarrollo de la inteligencia artificial, anunció el miércoles que sus beneficios trimestrales habían ascendido a casi 32,000 MDD, un 65 % más que el año anterior y un 245 % más que el año anterior. Hace tan solo tres semanas, Nvidia se convirtió en la primera empresa que cotiza en bolsa en alcanzar un valor de 5 billones de dólares". Eso supera a toda la economía alemana.
Pero incluso esta explosión de riqueza conlleva una advertencia. Gran parte de la demanda de chips de Nvidia no significa que los consumidores quieran IA ahora mismo, sino que las empresas se apresuran a construir sistemas de IA masivos con la esperanza de que la demanda se materialice más adelante. Para todos expertos, esto parece menos una revolución y más un castillo de naipes.
Esta es la pregunta central: ¿En qué momento las ganancias de productividad prometidas por la IA empezarán a igualar la magnitud de la inversión que se está vertiendo en ella? Mientras no haya claridad, los mercados seguirán fluctuando bruscamente, al igual que la confianza pública.
Los trabajadores, mientras tanto, se enfrentan a sus propias preocupaciones. Incluso si la IA triunfa, el progreso tecnológico siempre ha conllevado la dislocación laboral. Los antiguos puestos de trabajo desaparecen, surgen nuevas industrias y, en última instancia, la economía se vuelve más productiva. Las personas disfrutan de mejores productos a menor precio y trabajan menos horas que sus abuelos. Pero la transición rara vez es sencilla.
Ambas verdades pueden coexistir: Estados Unidos puede estar al borde de una transformación económica notable, y la ansiedad que la rodea puede estar totalmente justificada.
Por ahora, los estadounidenses se limitan a observar cómo fluctúan los mercados, cómo se reorganizan las industrias y cómo las fortunas suben y bajan, todo ello mientras se preguntan qué exactamente traerá el futuro.
Y ninguna política gubernamental puede aliviar totalmente esa incertidumbre.
