Opinión
En la China comunista, es más fácil pedir un par de ojos vivos y parpadeantes que crear una cuenta de Instagram.
El sistema de trasplantes estatal chino opera en los hospitales en una campaña coordinada y sangrienta de matanza a sus propios ciudadanos, y debe detenerse, o Estados Unidos debe dejar de relacionarse con China, y punto.
Los pacientes que buscan uno o dos riñones nuevos pueden programar sus trasplantes a demanda, a veces incluso con semanas de antelación. Un grupo de prisioneros vivos con corazones sanos y latientes proporciona el suministro. Sin anestesia, la extirpación quirúrgica de órganos esenciales es una forma de tortura del peor grado. Esta práctica es un crimen contra la humanidad, casi demasiado gráfica e inhumana para creer que realmente pueda estar ocurriendo al otro lado del océano.
Falun Gong, una minoría religiosa en China, no tiene que imaginar el horror de la sustracción forzada de órganos. Sus practicantes lo viven. Son objetivo del régimen de Beijing por ningún otro delito, solo que por practicar su fe y ser un grupo minoritario pacífico y espiritual en un páramo comunista.
Como prueba de la magnitud de las atrocidades que se están cometiendo, el Partido Comunista Chino (PCCh) no cuenta con un sistema de donación voluntaria de órganos como el de Estados Unidos. Probablemente sea porque la práctica de la sustracción forzada de órganos está tan extendida y es tan habitual que el PCCh no ve la necesidad.
Mi ley bipartidista Falun Gong Protection Act (H.R. 1540), que recientemente aprobó la Cámara de Representantes, toma medidas concretas para poner fin a esta atrocidad. El mal debe enfrentarse con claridad, no con cautela. El cese de la colaboración con el PCCh ya debería ser política de Estados Unidos. Estados Unidos debe liderar a otras naciones civilizadas en la imposición de sanciones por facilitar y/o participar en ejecuciones programadas para la sustracción forzada de órganos. Mi proyecto de ley también exige al secretario de Estado de EE. UU. que evalúe si las acciones del PCCh cumplen la definición legal de genocidio o crímenes contra la humanidad, y ordena la elaboración de un informe exhaustivo sobre la industria del trasplante de órganos en China. Como principal socio comercial de China, los estadounidenses tienen derecho a saber cómo se extraen los órganos en ese país, cuántos y de quiénes.
Como resultado de mi firme creencia en el derecho a la dignidad de todos los seres humanos, la inspiración para este proyecto de ley proviene de años de trabajo con miembros de Falun Gong y muchos disidentes chinos perseguidos sin descanso, y de forma horrible, simplemente por el derecho a practicar su fe pacíficamente.
Como primer miembro del Congreso en enfrentarse directamente a esta campaña del PCCh contra Falun Gong y la sustracción forzada de órganos, me siento honrado de defenderlos y defender sus derechos fundamentales como seres humanos, al menos a no ser tratados como piezas de recambio.
Lo que el régimen chino hace a sus propios ciudadanos es realmente impactante. Esta es una de las muchas violaciones de los derechos humanos que deben salir a la luz si Estados Unidos quiere seguir haciendo negocios con China.
Ahora pido al Senado que apruebe mi proyecto de ley para que el presidente Trump lo firme y lo promulgue sin demora. Quienes sufren estas indignidades y horrores no tienen tiempo que perder.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.
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