Un amplio estudio sugiere que beber cualquier cantidad de alcohol puede aumentar el riesgo de desarrollar demencia, una enfermedad cerebral que afecta a la memoria y al pensamiento.
Según un nuevo estudio que analizó datos de 2.4 millones de personas y no encontró ningún nivel seguro de consumo de alcohol para la salud cerebral, incluso una sola copa de vino a la semana puede aumentar el riesgo de demencia.
La investigación, publicada recientemente en BMJ Evidence-Based Medicine, combinó datos de estudios observacionales y genéticos para demostrar que el riesgo de demencia aumenta a medida que aumenta el consumo de alcohol, sin que se haya identificado ningún nivel seguro de consumo.
"Mi opinión general es que este estudio refuerza la necesidad de aplicar el 'principio de precaución' en lo que respecta al alcohol y la salud cerebral", declaró a The Epoch Times el Dr. Luke Barr, neurólogo certificado y director médico de SensIQ, que no participó en el estudio. "Incluso el consumo moderado de alcohol conlleva cierto riesgo, y cuanto más se bebe, mayor parece ser ese riesgo".
Señaló que los hallazgos cuestionan la idea arraigada de que el consumo "ligero a moderado" de alcohol podría proteger el cerebro.
El estudio examinó "toda la gama" de consumo de alcohol
Aunque los estudios observacionales suelen relacionar el consumo moderado de alcohol con la neuroprotección, los análisis genéticos indican lo contrario.Los datos observacionales revelaron que tanto los no bebedores como los bebedores empedernidos (aquellos que consumen 40 o más bebidas a la semana) tenían un riesgo un 41 % mayor de padecer demencia en comparación con los bebedores moderados (menos de siete bebidas a la semana). Las personas con dependencia del alcohol se enfrentaban a un riesgo un 51 % mayor.
Los investigadores analizaron los datos de más de 559,000 participantes de ascendencia europea, africana y latinoamericana, de entre 56 y 72 años, a los que se hizo un seguimiento durante un periodo de entre cuatro y doce años. Los participantes respondieron a cuestionarios sobre sus hábitos de consumo de alcohol, y más del 90 % declaró consumir alcohol.
A continuación, el estudio analizó la genética de 2.4 millones de personas seleccionadas de 45 estudios sobre demencia. Mediante una técnica denominada aleatorización mendeliana, los investigadores analizaron los marcadores genéticos relacionados con diferentes comportamientos de consumo de alcohol, como el consumo semanal, los patrones de consumo de riesgo y la dependencia del alcohol. Este tipo de análisis ayuda a determinar la causalidad, al tiempo que minimiza el riesgo de variables de confusión y permite a los investigadores estimar los efectos acumulativos del consumo de alcohol a lo largo de la vida de una persona.
Por el contrario, los estudios observacionales suelen ofrecer solo una instantánea de los hábitos de consumo de alcohol durante la mediana y la tercera edad y dependen en gran medida de los recuerdos de los participantes, que pueden ser inexactos.
Los investigadores descubrieron que ser portador de genes que predisponen al consumo de alcohol está relacionado con un mayor riesgo de demencia. Es importante destacar que el análisis genético no encontró pruebas de que un bajo consumo de alcohol proteja contra la demencia.
Las personas que posteriormente desarrollaron demencia tendían a beber menos alcohol en los años previos a su diagnóstico. Según ellos, esto podría significar que las primeras etapas del deterioro cognitivo conducen a una reducción del consumo de alcohol, lo que podría explicar por qué estudios anteriores concluyeron que el consumo moderado de alcohol era protector.
Las investigaciones anteriores tampoco diferenciaron entre personas que nunca habían bebido y exbebedores, lo que hizo difícil determinar si el alcohol causa directamente la demencia.
Qué significan los hallazgos para la salud pública
Los investigadores señalan que sus hallazgos "cuestionan la idea de que los niveles bajos de alcohol son neuroprotectores".Barr dijo que, desde el punto de vista de la salud pública, las directrices deberían dejar de enmarcar el alcohol en términos de límites "seguros" para la salud cerebral y, en su lugar, hacer hincapié en que "menos es mejor".
Otros factores relacionados con el estilo de vida pueden interactuar con el alcohol en la configuración del riesgo de demencia, como la salud cardiovascular, el tabaquismo, la diabetes, la inactividad física y la falta de sueño, añadió.
"El alcohol puede exacerbar muchos de estos factores, por ejemplo, aumentando la presión arterial, alterando el sueño o incrementando la tensión metabólica, lo que puede amplificar el riesgo general de demencia", dijo.
Un estudio reciente descubrió que el consumo de alcohol puede provocar cambios a largo plazo en la neuroinflamación, lo que podría explicar el aumento del riesgo de demencia observado.
Por el contrario, Barr añadió que factores protectores como el ejercicio regular, la participación social y una dieta equilibrada rica en alimentos integrales pueden ayudar a compensar parte del riesgo, aunque no pueden negar por completo los efectos del alcohol.
"Para las personas preocupadas por la demencia, especialmente aquellas con antecedentes familiares u otros factores de riesgo, minimizar el consumo de alcohol es una medida sensata y basada en la evidencia".
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